martes, 27 de julio de 2010

EL LIBERALISMO EN EL PORVENIR: OTTO MORALES, COLUMNA DE OPINIÓN EN EL MUNDO


Atisbos desde el refugio
El liberalismo en el porvenir (3)
Otto Morales
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El liberalismo no doblegó sus banderas. La acción política, por la violencia, era imposible de ejercerla. Pero se ideaban medios para mantener encendida la fè. Los directorios, a veces, no podían dejar conocer el nombre de sus integrantes para que no fueran asesinados. Se ideaban contactos – casi en la clandestinidad – para no dejar desaparecer su vocación de libertad.

Habían cerrado el Congreso, las Asambleas y los Concejos. El autoritarismo, se ejercía en la plenitud de los abusos. Se logró la desaparición de los organismos de control. El “Régimen de Policía”, estaba, en su plenitud. Fue cuando se proclamó, desde el gobierno, la política de “tierra arrasada” para combatir las guerrillas. Pero era màs fácil ejecutarla frente a gentes indefensas. La crueldad, no tuvo límites. Los liberales recordaban las épocas de la dictadura de los gobiernos de la Regeneración Conservadora de Núñez y de Caro. Se prolongó por 45 años. El liberalismo estuvo acorralado, sin periódicos, sin forma de proclamar y defender sus ideas. Para los matrimonios se exigía renuncia a las ideas liberales. Pero nuestros copartidarios, no aceptaban esa intimidación clerical. Nadie renunció a su doctrina. Y se resistió.

Lo mismo sucedía ahora en cuanto a no poderse manifestar la adhesión a las tesis del partido. En esa época de crueldades, el Jefe que condujo al partido fuè Carlos Lleras Restrepo. Los conservadores - en un proceso de táctica política - resolvieron señalarlo como un Jefe de mal humor, iracundo en sus reacciones, violento en sus palabras. Era un propósito de rebajarlo en la admiración pública y para demeritar sus críticas, y ver si así el liberalismo buscaba conductores menos dinámicos en la condena de La Violencia. Fue una táctica que no diò resultados. El partido, le fuè fiel y siempre escuchó sus orientaciones. Estas, tendían a buscar que las gentes no abandonaran el partido. Se repetía, diariamente, que la vocación social del liberalismo se encendía con luz que debía iluminar el país. De allí no desertó. El partido debe repasar los ensayos de su Jefe Lleras para entender que tiene, en sus palabras, pilares doctrinarios que aún nos faltan por desarrollar en beneficio de las masas màs desvalidas de nuestra Colombia. En medio del dolor por el crimen arreciador de La Violencia, la voz de Lleras Restrepo se levantaba, con claridad en el idioma y en los principios, para formular tesis esclarecedoras acerca de los màs intrincados problemas colombianos. Era un pedagogo nacional, por el ademán, para hacer reflexionar sobre Colombia y su destino.

No le perdonaron su fidelidad al liberalismo. Su casa fue quemada arrasando con su monumental biblioteca y con obras de arte. Se vieron, conduciendo a policías y feroces auxiliadores, a gentes que fungían de dones mentales. En el exilio, también tuvo que cumplir su cuota de persecución política.

De allí regresó a propiciar el entendimiento nacional. Fue solidario con la obra de salvación colombiana que adelantaba Alberto Lleras Camargo. Sus intervenciones públicas, eran una declaración de amor a Colombia y a su destino democrático. Avanzaba con nuevos pronunciamientos sobre la realidad màs inquietante de la nación. No había perdido su desvelo por lo social, por las reivindicaciones humanas, por el apoyo al pueblo en sus reformas. El escribió, en los Estatutos del Partido, que el liberalismo era unión de “matices de izquierda”. La colectividad estaba, después de tàntos años de amargura, en su plenitud en el combate político. Históricamente, el partido siempre ha estado aupando las reformas y la inconformidad. Es un partido concebido para la rebeldía mental; para las audacias de alcance revolucionario, sin violencia. Con alegre y fervorosa comprensión del impulso que da el pueblo a sus ideas y creaciones administrativas.

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El liberalismo no doblegó sus banderas. La acción política, por la violencia, era imposible de ejercerla. Pero se ideaban medios para mantener encendida la fè. Los directorios, a veces, no podían dejar conocer el nombre de sus integrantes para que no fueran asesinados. Se ideaban contactos – casi en la clandestinidad – para no dejar desaparecer su vocación de libertad.

Habían cerrado el Congreso, las Asambleas y los Concejos. El autoritarismo, se ejercía en la plenitud de los abusos. Se logró la desaparición de los organismos de control. El “Régimen de Policía”, estaba, en su plenitud. Fue cuando se proclamó, desde el gobierno, la política de “tierra arrasada” para combatir las guerrillas. Pero era màs fácil ejecutarla frente a gentes indefensas. La crueldad, no tuvo límites. Los liberales recordaban las épocas de la dictadura de los gobiernos de la Regeneración Conservadora de Núñez y de Caro. Se prolongó por 45 años. El liberalismo estuvo acorralado, sin periódicos, sin forma de proclamar y defender sus ideas. Para los matrimonios se exigía renuncia a las ideas liberales. Pero nuestros copartidarios, no aceptaban esa intimidación clerical. Nadie renunció a su doctrina. Y se resistió.

Lo mismo sucedía ahora en cuanto a no poderse manifestar la adhesión a las tesis del partido. En esa época de crueldades, el Jefe que condujo al partido fuè Carlos Lleras Restrepo. Los conservadores - en un proceso de táctica política - resolvieron señalarlo como un Jefe de mal humor, iracundo en sus reacciones, violento en sus palabras. Era un propósito de rebajarlo en la admiración pública y para demeritar sus críticas, y ver si así el liberalismo buscaba conductores menos dinámicos en la condena de La Violencia. Fue una táctica que no diò resultados. El partido, le fuè fiel y siempre escuchó sus orientaciones. Estas, tendían a buscar que las gentes no abandonaran el partido. Se repetía, diariamente, que la vocación social del liberalismo se encendía con luz que debía iluminar el país. De allí no desertó. El partido debe repasar los ensayos de su Jefe Lleras para entender que tiene, en sus palabras, pilares doctrinarios que aún nos faltan por desarrollar en beneficio de las masas màs desvalidas de nuestra Colombia. En medio del dolor por el crimen arreciador de La Violencia, la voz de Lleras Restrepo se levantaba, con claridad en el idioma y en los principios, para formular tesis esclarecedoras acerca de los màs intrincados problemas colombianos. Era un pedagogo nacional, por el ademán, para hacer reflexionar sobre Colombia y su destino.

No le perdonaron su fidelidad al liberalismo. Su casa fue quemada arrasando con su monumental biblioteca y con obras de arte. Se vieron, conduciendo a policías y feroces auxiliadores, a gentes que fungían de dones mentales. En el exilio, también tuvo que cumplir su cuota de persecución política.

De allí regresó a propiciar el entendimiento nacional. Fue solidario con la obra de salvación colombiana que adelantaba Alberto Lleras Camargo. Sus intervenciones públicas, eran una declaración de amor a Colombia y a su destino democrático. Avanzaba con nuevos pronunciamientos sobre la realidad màs inquietante de la nación. No había perdido su desvelo por lo social, por las reivindicaciones humanas, por el apoyo al pueblo en sus reformas. El escribió, en los Estatutos del Partido, que el liberalismo era unión de “matices de izquierda”. La colectividad estaba, después de tàntos años de amargura, en su plenitud en el combate político. Históricamente, el partido siempre ha estado aupando las reformas y la inconformidad. Es un partido concebido para la rebeldía mental; para las audacias de alcance revolucionario, sin violencia. Con alegre y fervorosa comprensión del impulso que da el pueblo a sus ideas y creaciones administrativas.

domingo, 4 de julio de 2010

ENÉRGICA CARTA DE PIEDAD CÓRDOBA LA DIRECCIÓN LIBERAL NACIONAL

Comunicados ENÉRGICA CARTA DE PIEDAD CÓRDOBA A LOS LIBERALES

PIEDAD CORDOBA
29 de junio de 2010
www.piedadcordoba.net - @piedadcordoba
Bogotá

La Senadora Piedad Córdoba afirmó, mediante una carta dirigida al Jefe Único del Partido Liberal, Rafael Pardo Rueda, que la situación de credibilidad y legitimidad de esa colectividad es crítica, luego de la decisión adoptada por la mayoría de sus Congresistas y de su dirigencia, de adherir a la propuesta de Unidad Nacional por parte del Presidente Electo y el Partido de la U.
Piedad Córdoba reiteró que, como Congresista Liberal, se aparta de dicha decisión, y argumentó que “la Unidad Nacional deja de lado las salidas estructurales a los problemas de la exclusión y de la injusticia social y política que viven amplios sectores de la población colombiana”.

En ese sentido, la Senadora le recordó a Pardo que la dirigencia del Partido no respondió a las necesidades de su electorado, que sufre dichas problemáticas. “El Partido Liberal no tuvo la voluntad política para deslindarse de los intereses corporativos, regionales e individuales, y sus electores-as lo castigaron duramente. Nuevamente perdimos la oportunidad de ubicar al Partido, en consonancia con su ideario social demócrata”, aseveró la Senadora.

Mediante la carta, Piedad Córdoba aseguró que desde su Curul en el Congreso de la República seguirá las indicaciones del Partido Liberal, siempre y cuando, éstas se ajusten al ideario auténticamente liberal. “Cumpliré mis obligaciones parlamentarias en el marco de la Constitución y la ley”, concluyó.

CARTA ABIERTA A LOS LIBERALES

Bogotá, junio 29 de 2010

Doctor
RAFAEL PARDO RUEDA
Director del Partido Liberal Colombiano
Ciudad

Cordial saludo.

Los recientes procesos electorales para la elección de Presidente, Vicepresidente, senadores-as y representantes a la Cámara, dejan al Partido Liberal en una situación crítica de credibilidad y legitimidad.

La dirigencia del Partido Liberal no tuvo la voluntad política para responder a las expectativas y necesidades de sus bases y de los colectivos de población que han tenido que sufrir en los últimos años la crisis humanitaria, el desplazamiento forzado, el desempleo, el despojo de sus tierras y de las riquezas que en ellas se encuentran, la pobreza y la carencia de un sistema de salud que responda efectivamente a las urgentes necesidades en esta materia.

Por lo demás, el país continúa sin resolver los problemas del paramilitarismo y el narcotráfico, padeciendo violaciones a los derechos humanos, como se expresa en las masacres, las ejecuciones extrajudiciales, la ocurrencia de nuevas desapariciones forzadas, las operaciones de persecución ilegal del DAS a magistrados, políticos, defensores de derechos humanos, parlamentarias-os, periodistas y sindicalistas y, la corrupción que compromete seriamente al actual gobierno y a algunos de sus altos funcionarios.

En los últimos años, se han deteriorado las relaciones internacionales con los países vecinos en razón del traspaso de nuestra guerra interna a ellos, con violaciones del derecho internacional, sin que se resuelva la gravedad de la situación por la vía de la negociación política al conflicto armado interno. Considero que para dar salida a todas estas situaciones, el Partido Liberal no tuvo la voluntad política para deslindarse de los intereses corporativos, regionales e individuales, y sus electores-as lo castigaron duramente. Nuevamente perdimos la oportunidad de ubicar al Partido, en consonancia con su ideario social demócrata.

Soy una convencida de que el diálogo pluralista, abierto, democrático en el cual se respeten las diferencias, es una vía que el país debe transitar para encontrar soluciones para las excluidas y excluidos políticos, económicos sociales y culturales. Tenemos la responsabilidad de buscar caminos para que el desarrollo económico, social, cultural y tecnológico, beneficie a todas las regiones y a todos los habitantes de este adolorido y sufrido país. El crecimiento económico no puede ser para unos pocos grupos, el crecimiento debe ser un motor que permita cerrar la brecha entre quienes todo lo tienen y quienes nada poseen.

Conocida su comunicación al presidente electo Juan Manuel Santos y la decisión de las bancadas de Senado y Cámara del Partido Liberal, de adherir al Acuerdo Nacional liderado por el presidente electo y el Partido de la U, me permito reiterarle que me aparto de la decisión tomada por el Partido en la reunión de la bancada el 22 de junio.

En dicha reunión sostuve que las iniciativas unitarias deben partir del compromiso con cambios estructurales; con el respeto de las decisiones judiciales que se ajusten al derecho al debido proceso; con la utilización justa de los recursos naturales y la restitución y distribución equitativa de la tierra; con la búsqueda de la verdad jurídica e histórica; con el fortalecimiento de la justicia para que investigue y sancione la violación de los derechos humanos y garantice la verdad, la justicia y la reparación integral para millones de víctimas.

Expresé que la Unidad Nacional deja de lado las salidas estructurales a los problemas de la exclusión y la injusticia social y política en la cual viven amplios sectores de la población colombiana. Son nuevos acuerdos entre las élites de los partidos, que no tienen en cuenta los intereses del pueblo que Gaitán representó. Como dice Amaryta Sen: “el desarrollo se traduce en la extensión de la posibilidad de ejercitar la propia libertad, pero para ello es necesario proporcionar una serie de facilidades básicas en ámbitos como la sanidad o la educación, que permitan a todos disponer de su auténtico potencial. El crecimiento de una sociedad, en definitiva, no se mide sólo por el incremento del producto interior bruto, o de otras magnitudes macroeconómicas, el signo privilegiado del crecimiento de una sociedad es: el fomento de las capacidades de todos sus miembros”.

Reitero que objeto en conciencia tal decisión, y pretendo interpretar a mis electores y también a otros sectores de la sociedad colombiana que valoran la necesidad de la oposición política, como elemento necesario para el fortalecimiento de la democracia y la construcción de la paz con justicia social, que además reconocen la importancia del intercambio comercial con beneficios para todas y todos, con respeto y protección ambiental, con transparencia y sin usos fraudulentos y corruptos.

En mi espacio en el Congreso de la República seguiré las indicaciones del Partido Liberal Colombiano, cuando las mismas se ajusten al ideario auténticamente liberal que se inspiren en sus orígenes, valores y sus fuentes centenarias, y cumpliré mis obligaciones parlamentarias en el marco de la Constitución y la ley.

Invito a mis copartidarios liberales de la base y a diferentes sectores sociales, a las bancadas de otros partidos, para que construyamos un nuevo escenario político con el fortalecimiento de una oposición crítica y propositiva, para lo cual debemos habilitar espacios de discusión.

Invito al nuevo gobierno a fundamentar la unidad nacional, con cimiento en la paz alcanzada a través de un pacto político y social incluyente que permita la participación deliberativa de sectores sociales, organizaciones sociales, gremios y sectores económicos y partidos políticos.

Invito a las guerrillas de las FARC EP y el ELN a avanzar en la concreción del Derecho Internacional Humanitario, evaluar la posibilidad de un nuevo escenario de diálogo político y de caminos viables para la construcción de la paz, en la discusión de los problemas que padece el país.

Invito a los gobiernos del mundo a aunar esfuerzos para la búsqueda de salidas políticas a los conflictos armados que persisten para la construcción de la justicia social y la paz. La protección del ambiente que les garantice a generaciones presentes la satisfacción de sus necesidades, sin poner en riesgo la satisfacción de las necesidades de generaciones futuras.

Merecemos un país libre de violencias y de conflicto armado que brinde las mismas oportunidades a mujeres y varones, a niñas y a niños, a ricos y pobres; una paz que mejore nuestro presente y proyecte un futuro de esperanza e igualdad para quienes hoy no tienen nada, merecemos un país con democracia que respete la opinión de negros, blancos, indígenas, afrodescendientes, campesinas (os), gays, lesbianas, bisexuales, transgéneros; un país que nos enorgullezca como colombianas y colombianos. Por lo que merecemos pero aún no tenemos, convoco a todas y a todos a luchar por alcanzar esa paz que tanto soñamos.

Abrazo fraterno,

Piedad Córdoba Ruiz

Senadora de la República

Con copia a:

Ex Presidentes Liberales

Bancadas Liberales de Congreso, Asambleas Departamentales, Concejos Municipales y JAL

Autoridades del Partido Liberal Colombiano

Polo Democrático Alternativo

Colombianos y Colombianas por la Paz

Organizaciones y movimientos Sociales y de Derechos Humanos

Conferencia Episcopal Colombiana y otras iglesias

Fuerza Pública

Medios de comunicación

ENÉRGICA CARTA DE PIEDAD CÓRDOBA LA DIRECCIÓN LIBERAL NACIONAL

Comunicados ENÉRGICA CARTA DE PIEDAD CÓRDOBA A LOS LIBERALES

PIEDAD CORDOBA
29 de junio de 2010
www.piedadcordoba.net - @piedadcordoba
Bogotá

La Senadora Piedad Córdoba afirmó, mediante una carta dirigida al Jefe Único del Partido Liberal, Rafael Pardo Rueda, que la situación de credibilidad y legitimidad de esa colectividad es crítica, luego de la decisión adoptada por la mayoría de sus Congresistas y de su dirigencia, de adherir a la propuesta de Unidad Nacional por parte del Presidente Electo y el Partido de la U.
Piedad Córdoba reiteró que, como Congresista Liberal, se aparta de dicha decisión, y argumentó que “la Unidad Nacional deja de lado las salidas estructurales a los problemas de la exclusión y de la injusticia social y política que viven amplios sectores de la población colombiana”.

En ese sentido, la Senadora le recordó a Pardo que la dirigencia del Partido no respondió a las necesidades de su electorado, que sufre dichas problemáticas. “El Partido Liberal no tuvo la voluntad política para deslindarse de los intereses corporativos, regionales e individuales, y sus electores-as lo castigaron duramente. Nuevamente perdimos la oportunidad de ubicar al Partido, en consonancia con su ideario social demócrata”, aseveró la Senadora.

Mediante la carta, Piedad Córdoba aseguró que desde su Curul en el Congreso de la República seguirá las indicaciones del Partido Liberal, siempre y cuando, éstas se ajusten al ideario auténticamente liberal. “Cumpliré mis obligaciones parlamentarias en el marco de la Constitución y la ley”, concluyó.

CARTA ABIERTA A LOS LIBERALES

Bogotá, junio 29 de 2010

Doctor
RAFAEL PARDO RUEDA
Director del Partido Liberal Colombiano
Ciudad

Cordial saludo.

Los recientes procesos electorales para la elección de Presidente, Vicepresidente, senadores-as y representantes a la Cámara, dejan al Partido Liberal en una situación crítica de credibilidad y legitimidad.

La dirigencia del Partido Liberal no tuvo la voluntad política para responder a las expectativas y necesidades de sus bases y de los colectivos de población que han tenido que sufrir en los últimos años la crisis humanitaria, el desplazamiento forzado, el desempleo, el despojo de sus tierras y de las riquezas que en ellas se encuentran, la pobreza y la carencia de un sistema de salud que responda efectivamente a las urgentes necesidades en esta materia.

Por lo demás, el país continúa sin resolver los problemas del paramilitarismo y el narcotráfico, padeciendo violaciones a los derechos humanos, como se expresa en las masacres, las ejecuciones extrajudiciales, la ocurrencia de nuevas desapariciones forzadas, las operaciones de persecución ilegal del DAS a magistrados, políticos, defensores de derechos humanos, parlamentarias-os, periodistas y sindicalistas y, la corrupción que compromete seriamente al actual gobierno y a algunos de sus altos funcionarios.

En los últimos años, se han deteriorado las relaciones internacionales con los países vecinos en razón del traspaso de nuestra guerra interna a ellos, con violaciones del derecho internacional, sin que se resuelva la gravedad de la situación por la vía de la negociación política al conflicto armado interno. Considero que para dar salida a todas estas situaciones, el Partido Liberal no tuvo la voluntad política para deslindarse de los intereses corporativos, regionales e individuales, y sus electores-as lo castigaron duramente. Nuevamente perdimos la oportunidad de ubicar al Partido, en consonancia con su ideario social demócrata.

Soy una convencida de que el diálogo pluralista, abierto, democrático en el cual se respeten las diferencias, es una vía que el país debe transitar para encontrar soluciones para las excluidas y excluidos políticos, económicos sociales y culturales. Tenemos la responsabilidad de buscar caminos para que el desarrollo económico, social, cultural y tecnológico, beneficie a todas las regiones y a todos los habitantes de este adolorido y sufrido país. El crecimiento económico no puede ser para unos pocos grupos, el crecimiento debe ser un motor que permita cerrar la brecha entre quienes todo lo tienen y quienes nada poseen.

Conocida su comunicación al presidente electo Juan Manuel Santos y la decisión de las bancadas de Senado y Cámara del Partido Liberal, de adherir al Acuerdo Nacional liderado por el presidente electo y el Partido de la U, me permito reiterarle que me aparto de la decisión tomada por el Partido en la reunión de la bancada el 22 de junio.

En dicha reunión sostuve que las iniciativas unitarias deben partir del compromiso con cambios estructurales; con el respeto de las decisiones judiciales que se ajusten al derecho al debido proceso; con la utilización justa de los recursos naturales y la restitución y distribución equitativa de la tierra; con la búsqueda de la verdad jurídica e histórica; con el fortalecimiento de la justicia para que investigue y sancione la violación de los derechos humanos y garantice la verdad, la justicia y la reparación integral para millones de víctimas.

Expresé que la Unidad Nacional deja de lado las salidas estructurales a los problemas de la exclusión y la injusticia social y política en la cual viven amplios sectores de la población colombiana. Son nuevos acuerdos entre las élites de los partidos, que no tienen en cuenta los intereses del pueblo que Gaitán representó. Como dice Amaryta Sen: “el desarrollo se traduce en la extensión de la posibilidad de ejercitar la propia libertad, pero para ello es necesario proporcionar una serie de facilidades básicas en ámbitos como la sanidad o la educación, que permitan a todos disponer de su auténtico potencial. El crecimiento de una sociedad, en definitiva, no se mide sólo por el incremento del producto interior bruto, o de otras magnitudes macroeconómicas, el signo privilegiado del crecimiento de una sociedad es: el fomento de las capacidades de todos sus miembros”.

Reitero que objeto en conciencia tal decisión, y pretendo interpretar a mis electores y también a otros sectores de la sociedad colombiana que valoran la necesidad de la oposición política, como elemento necesario para el fortalecimiento de la democracia y la construcción de la paz con justicia social, que además reconocen la importancia del intercambio comercial con beneficios para todas y todos, con respeto y protección ambiental, con transparencia y sin usos fraudulentos y corruptos.

En mi espacio en el Congreso de la República seguiré las indicaciones del Partido Liberal Colombiano, cuando las mismas se ajusten al ideario auténticamente liberal que se inspiren en sus orígenes, valores y sus fuentes centenarias, y cumpliré mis obligaciones parlamentarias en el marco de la Constitución y la ley.

Invito a mis copartidarios liberales de la base y a diferentes sectores sociales, a las bancadas de otros partidos, para que construyamos un nuevo escenario político con el fortalecimiento de una oposición crítica y propositiva, para lo cual debemos habilitar espacios de discusión.

Invito al nuevo gobierno a fundamentar la unidad nacional, con cimiento en la paz alcanzada a través de un pacto político y social incluyente que permita la participación deliberativa de sectores sociales, organizaciones sociales, gremios y sectores económicos y partidos políticos.

Invito a las guerrillas de las FARC EP y el ELN a avanzar en la concreción del Derecho Internacional Humanitario, evaluar la posibilidad de un nuevo escenario de diálogo político y de caminos viables para la construcción de la paz, en la discusión de los problemas que padece el país.

Invito a los gobiernos del mundo a aunar esfuerzos para la búsqueda de salidas políticas a los conflictos armados que persisten para la construcción de la justicia social y la paz. La protección del ambiente que les garantice a generaciones presentes la satisfacción de sus necesidades, sin poner en riesgo la satisfacción de las necesidades de generaciones futuras.

Merecemos un país libre de violencias y de conflicto armado que brinde las mismas oportunidades a mujeres y varones, a niñas y a niños, a ricos y pobres; una paz que mejore nuestro presente y proyecte un futuro de esperanza e igualdad para quienes hoy no tienen nada, merecemos un país con democracia que respete la opinión de negros, blancos, indígenas, afrodescendientes, campesinas (os), gays, lesbianas, bisexuales, transgéneros; un país que nos enorgullezca como colombianas y colombianos. Por lo que merecemos pero aún no tenemos, convoco a todas y a todos a luchar por alcanzar esa paz que tanto soñamos.

Abrazo fraterno,

Piedad Córdoba Ruiz

Senadora de la República

Con copia a:

Ex Presidentes Liberales

Bancadas Liberales de Congreso, Asambleas Departamentales, Concejos Municipales y JAL

Autoridades del Partido Liberal Colombiano

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LOS PARTIDOS Y EL VOTO DE OPINIÓN: EUGENIO PRIETO EN EL MUNDO


Persé
Los partidos y el voto de opinión
Eugenio Prieto
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Las coyunturas y la creciente competencia electoral, así como el papel que juegan la opinión y los medios de comunicación en la vida pública nacional, exigen a quienes pretenden ocupar un cargo de elección popular prepararse para enfrentar el reto en las mejores condiciones.

Una vida transparente, llena de experiencia, colmada de logros en la academia, en la empresa privada o en la administración pública, acompañada de una estrategia electoral para la transmisión y difusión de ideas, planteamientos, programas y mensajes únicos, relevantes, que permanentemente fortalezcan la confianza y credibilidad ciudadana, que aporten coherencia a la propuesta y a la candidatura, serán clave de éxito de una campaña política.

No puede confundirse la construcción de la táctica electoral con acciones ilegales o politiqueras. Persuadir, convencer a los electores de que se tienen las propuestas más relevantes y la capacidad para impulsarlas, sin que ello signifique forzar su voluntad o incidir en su libre y democrática determinación, se convierte en el más importante objetivo estratégico. Por ello, la capacidad profesional y técnica de quien ejerce una candidatura, no puede dejar de lado la estrategia comunicacional y política para llegar al criterio del votante.

La planeación estratégica, la comunicación efectiva, la ejecución de unos objetivos generales de campaña y la consolidación de un posicionamiento ideal, serán garantes de una posible victoria. Quien asume una candidatura debe analizar e intentar comprender el nivel de cultura política existente, cuales son las situaciones que inquietan, motivan o mueven al electorado, para saber argumentar y sustentar la propuesta ante cualquier auditorio en términos horizontales sin que ello indique perdida de altura argumentativa. No puede olvidarse que durante la campaña, la opinión pública, permanentemente analiza, evalúa, elabora criterio y decide.

Algunos partidos políticos o movimientos independientes en Colombia han optado por depender estrictamente del voto de opinión como instrumento único de opción de poder, desconociendo otras realidades sociales, electorales y políticas de los conciudadanos. El voto de opinión, aquel reflexivo, consciente, informado y racional, es un voto que parece técnico si analizamos la condición cultural del electorado colombiano, es un instrumento democrático que exige un estudio juicioso de programas, propuestas, candidaturas, partidos políticos, realidades sociales, económicas y políticas, ejercicio que no adelanta el ciudadano común si no tiene a su alcance mecanismos de apoyo en su análisis, de acompañamiento en la elaboración de criterio y en la posterior toma de decisión.

La actividad y realidad política de Colombia demanda una logística, una estructura, una base democrática que entrega una institución como lo es un partido político. Tal y como lo han demostrado los diferentes ejercicios electorales del 2010, aferrarse y apelar sólo al voto de opinión es una ingenuidad que se paga caro. Así que el voto de opinión no se contrapone a la existencia y militancia con un partido político. Es más, el partido político requiere de sus miembros un juicio racional y critico constante, de una reconstrucción fluida de sus propuestas y al mismo tiempo, la eficacia del voto de opinión exige una estrategia electoral y organización de partido para triunfar ante las maquinarias corruptas e ilegales.

Mi opinión no pretende descalificar la capacidad política del elector colombiano, ni mucho menos generar la desconfianza en el ciudadano que alimentaron Reyes y Caro al finalizar el siglo XIX. Pero si, partir de unas realidades inocultables que hacen objetivo un estudio del nivel de cultura política en Colombia. El buen juicio y el adecuado examen de las premisas del voto de opinión no dependen exclusivamente de la capacidad económica, del color político, de la raza o de la condición social, pero sí exige un proceso racional indicador de madurez política. Este buen juicio implica una decisión libre y autónoma, conocer los alcances de la decisión que se va a tomar, analizar con detenimiento la propuesta y el nexo de esta con unas formas limpias de ejercer el poder.

Sin partidos políticos no puede entonces haber democracia. Ellos estructuran y transmiten la opinión pública, comunican demandas a los poderes públicos, transforman las instituciones políticas, propician el control público del poder político y la influencia de los ciudadanos en las decisiones públicas, facilitan la integración y legitimación del sistema político o canalizan las protestas contra un sistema político determinado. Pero requerimos mayor democratización y transparencia de los partidos políticos. Los bajos niveles de participación son en parte una reacción ante el estado de desconfianza actual en los partidos y en las instituciones políticas.

Deben por tanto los partidos políticos colombianos no eludir o evadir sus responsabilidades convirtiéndose en espacios privilegiados para el provecho politiquero sino fomentar una cultura política de construcción y fortalecimiento de ciudadanía, como condición especial del elector, no solo de sus miembros, hasta lograr un voto de opinión que sea expresión connatural de partidos políticos incluyentes, abiertos, participativos, democráticos.

LOS PARTIDOS Y EL VOTO DE OPINIÓN: EUGENIO PRIETO EN EL MUNDO


Persé
Los partidos y el voto de opinión
Eugenio Prieto
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Las coyunturas y la creciente competencia electoral, así como el papel que juegan la opinión y los medios de comunicación en la vida pública nacional, exigen a quienes pretenden ocupar un cargo de elección popular prepararse para enfrentar el reto en las mejores condiciones.

Una vida transparente, llena de experiencia, colmada de logros en la academia, en la empresa privada o en la administración pública, acompañada de una estrategia electoral para la transmisión y difusión de ideas, planteamientos, programas y mensajes únicos, relevantes, que permanentemente fortalezcan la confianza y credibilidad ciudadana, que aporten coherencia a la propuesta y a la candidatura, serán clave de éxito de una campaña política.

No puede confundirse la construcción de la táctica electoral con acciones ilegales o politiqueras. Persuadir, convencer a los electores de que se tienen las propuestas más relevantes y la capacidad para impulsarlas, sin que ello signifique forzar su voluntad o incidir en su libre y democrática determinación, se convierte en el más importante objetivo estratégico. Por ello, la capacidad profesional y técnica de quien ejerce una candidatura, no puede dejar de lado la estrategia comunicacional y política para llegar al criterio del votante.

La planeación estratégica, la comunicación efectiva, la ejecución de unos objetivos generales de campaña y la consolidación de un posicionamiento ideal, serán garantes de una posible victoria. Quien asume una candidatura debe analizar e intentar comprender el nivel de cultura política existente, cuales son las situaciones que inquietan, motivan o mueven al electorado, para saber argumentar y sustentar la propuesta ante cualquier auditorio en términos horizontales sin que ello indique perdida de altura argumentativa. No puede olvidarse que durante la campaña, la opinión pública, permanentemente analiza, evalúa, elabora criterio y decide.

Algunos partidos políticos o movimientos independientes en Colombia han optado por depender estrictamente del voto de opinión como instrumento único de opción de poder, desconociendo otras realidades sociales, electorales y políticas de los conciudadanos. El voto de opinión, aquel reflexivo, consciente, informado y racional, es un voto que parece técnico si analizamos la condición cultural del electorado colombiano, es un instrumento democrático que exige un estudio juicioso de programas, propuestas, candidaturas, partidos políticos, realidades sociales, económicas y políticas, ejercicio que no adelanta el ciudadano común si no tiene a su alcance mecanismos de apoyo en su análisis, de acompañamiento en la elaboración de criterio y en la posterior toma de decisión.

La actividad y realidad política de Colombia demanda una logística, una estructura, una base democrática que entrega una institución como lo es un partido político. Tal y como lo han demostrado los diferentes ejercicios electorales del 2010, aferrarse y apelar sólo al voto de opinión es una ingenuidad que se paga caro. Así que el voto de opinión no se contrapone a la existencia y militancia con un partido político. Es más, el partido político requiere de sus miembros un juicio racional y critico constante, de una reconstrucción fluida de sus propuestas y al mismo tiempo, la eficacia del voto de opinión exige una estrategia electoral y organización de partido para triunfar ante las maquinarias corruptas e ilegales.

Mi opinión no pretende descalificar la capacidad política del elector colombiano, ni mucho menos generar la desconfianza en el ciudadano que alimentaron Reyes y Caro al finalizar el siglo XIX. Pero si, partir de unas realidades inocultables que hacen objetivo un estudio del nivel de cultura política en Colombia. El buen juicio y el adecuado examen de las premisas del voto de opinión no dependen exclusivamente de la capacidad económica, del color político, de la raza o de la condición social, pero sí exige un proceso racional indicador de madurez política. Este buen juicio implica una decisión libre y autónoma, conocer los alcances de la decisión que se va a tomar, analizar con detenimiento la propuesta y el nexo de esta con unas formas limpias de ejercer el poder.

Sin partidos políticos no puede entonces haber democracia. Ellos estructuran y transmiten la opinión pública, comunican demandas a los poderes públicos, transforman las instituciones políticas, propician el control público del poder político y la influencia de los ciudadanos en las decisiones públicas, facilitan la integración y legitimación del sistema político o canalizan las protestas contra un sistema político determinado. Pero requerimos mayor democratización y transparencia de los partidos políticos. Los bajos niveles de participación son en parte una reacción ante el estado de desconfianza actual en los partidos y en las instituciones políticas.

Deben por tanto los partidos políticos colombianos no eludir o evadir sus responsabilidades convirtiéndose en espacios privilegiados para el provecho politiquero sino fomentar una cultura política de construcción y fortalecimiento de ciudadanía, como condición especial del elector, no solo de sus miembros, hasta lograr un voto de opinión que sea expresión connatural de partidos políticos incluyentes, abiertos, participativos, democráticos.

¿QUÉ LLEGARÁ CON LA NUEVA ERA?: JUAN MANUEL LÓPEZ EN EL HERALDO DE BARRANQUILLA

¿Qué llegará con la ‘nueva era’?


Por Juan Manuel López C.

Esta promesa repetida por el recién electo Presidente tiene un escenario especial donde demostrarse.

Durante ocho años –ocho larguísimos años para quienes los han padecido retenidos en la selva– ha estado descartada la posibilidad de su liberación mediante un acuerdo humanitario.

Con el ‘habilísimo’ argumento de que en Colombia no hay conflicto armado, se negó la vigencia del Derecho Internacional Humanitario y la obligatoriedad de los tratados que reconocen los respectivos Convenios y Protocolos y de las
Leyes que los han aprobado convirtiéndolos en normas internas.

Con tal ‘habilidad’ el Gobierno –el presidente Uribe pero sobre todo sus ‘rasputines’–lograron, primero, que en lugar de debatir sobre el contenido y el significado de estos códigos, nos enredáramos en discusiones sobre si tenían vigencia o no; y aún con más éxito en si los resultados de no aplicarlos eran convenientes o no.

Por ser el Gobierno quien por las vías de hecho tiene el poder de llevar la controversia al nivel que desea, nos tocó a los defensores del DIH enfrascarnos en tratar de que se aceptara ya no el sentido de sus textos, ni siquiera la vigencia en nuestro caso, sino simplemente lo inconveniente de desconocerlo.

Ni la descalificación y la mala imagen internacional que esto produjo, ni el sufrimiento innecesario que trajo a los retenidos y a sus familiares fueron suficientes para acabar con la posición de que solo se estaba persiguiendo a unos terroristas y que la suerte de quienes estaban en sus manos solo dependía de la voluntad de la guerrilla o de una liberación a las malas. Y, como complemento, la idea de que intentar su libertad, acordándola con los captores, era equivalente a una derrota del Estado.

Los éxitos de la Operación Jaque primero y de la Operación Camaleón después, se han utilizado para mantener esa posición, y con ella el desconocimiento tanto del orden legal interno como del Derecho Humanitario.

La ‘nueva era’ y la ‘nueva hora’ prometida por el electo Presidente Santos en sus discursos, permiten suponer que se volverá a estudiar el sentido de los textos legales sobre la base de que estos existen y son obligatorios.

El electo vicepresidente Angelino Garzón ya notificó que sí se buscarán caminos de paz diferentes a la rendición o exterminio de la guerrilla, y que las propuestas de la Conferencia Episcopal Colombiana y de la Comisión Nacional de Reconciliación pueden ser un inicio de ese camino.

A su turno, la Dra. Piedad Córdoba ha informado que las Farc estarían interesadas en un diálogo tendiente a la liberación de los retenidos.

La naturaleza misma del DIH, y en consecuencia de los eventuales acuerdos que el Artículo 3 común a todos los Convenios obliga a buscar (‘harán lo posible por poner en vigor mediante acuerdos especiales’), implica que la aplicación de los mismos es durante el conflicto, es decir antes de lograr la paz. También implícitamente se puede entender que pueden ser parte o, aún más idóneo, el inicio, o la introducción para las conversaciones que lleven a ella.

Ojalá que en verdad llegue la hora de dar prioridad a las soluciones antes que a las confrontaciones, y que este tema por su importancia jurídica y por su contenido humanitario sirva de primera prueba de ello.

¿QUÉ LLEGARÁ CON LA NUEVA ERA?: JUAN MANUEL LÓPEZ EN EL HERALDO DE BARRANQUILLA

¿Qué llegará con la ‘nueva era’?


Por Juan Manuel López C.

Esta promesa repetida por el recién electo Presidente tiene un escenario especial donde demostrarse.

Durante ocho años –ocho larguísimos años para quienes los han padecido retenidos en la selva– ha estado descartada la posibilidad de su liberación mediante un acuerdo humanitario.

Con el ‘habilísimo’ argumento de que en Colombia no hay conflicto armado, se negó la vigencia del Derecho Internacional Humanitario y la obligatoriedad de los tratados que reconocen los respectivos Convenios y Protocolos y de las
Leyes que los han aprobado convirtiéndolos en normas internas.

Con tal ‘habilidad’ el Gobierno –el presidente Uribe pero sobre todo sus ‘rasputines’–lograron, primero, que en lugar de debatir sobre el contenido y el significado de estos códigos, nos enredáramos en discusiones sobre si tenían vigencia o no; y aún con más éxito en si los resultados de no aplicarlos eran convenientes o no.

Por ser el Gobierno quien por las vías de hecho tiene el poder de llevar la controversia al nivel que desea, nos tocó a los defensores del DIH enfrascarnos en tratar de que se aceptara ya no el sentido de sus textos, ni siquiera la vigencia en nuestro caso, sino simplemente lo inconveniente de desconocerlo.

Ni la descalificación y la mala imagen internacional que esto produjo, ni el sufrimiento innecesario que trajo a los retenidos y a sus familiares fueron suficientes para acabar con la posición de que solo se estaba persiguiendo a unos terroristas y que la suerte de quienes estaban en sus manos solo dependía de la voluntad de la guerrilla o de una liberación a las malas. Y, como complemento, la idea de que intentar su libertad, acordándola con los captores, era equivalente a una derrota del Estado.

Los éxitos de la Operación Jaque primero y de la Operación Camaleón después, se han utilizado para mantener esa posición, y con ella el desconocimiento tanto del orden legal interno como del Derecho Humanitario.

La ‘nueva era’ y la ‘nueva hora’ prometida por el electo Presidente Santos en sus discursos, permiten suponer que se volverá a estudiar el sentido de los textos legales sobre la base de que estos existen y son obligatorios.

El electo vicepresidente Angelino Garzón ya notificó que sí se buscarán caminos de paz diferentes a la rendición o exterminio de la guerrilla, y que las propuestas de la Conferencia Episcopal Colombiana y de la Comisión Nacional de Reconciliación pueden ser un inicio de ese camino.

A su turno, la Dra. Piedad Córdoba ha informado que las Farc estarían interesadas en un diálogo tendiente a la liberación de los retenidos.

La naturaleza misma del DIH, y en consecuencia de los eventuales acuerdos que el Artículo 3 común a todos los Convenios obliga a buscar (‘harán lo posible por poner en vigor mediante acuerdos especiales’), implica que la aplicación de los mismos es durante el conflicto, es decir antes de lograr la paz. También implícitamente se puede entender que pueden ser parte o, aún más idóneo, el inicio, o la introducción para las conversaciones que lleven a ella.

Ojalá que en verdad llegue la hora de dar prioridad a las soluciones antes que a las confrontaciones, y que este tema por su importancia jurídica y por su contenido humanitario sirva de primera prueba de ello.

LA TRANSICIÓN: HERNANDO GÓMEZ BUENDÍA EN EL HERALDO DE BARRANQUILLA

La transición


Por Hernando Gómez B.

Y comenzó la luna de miel. La llegada de un gobierno de ‘unidad nacional’ significa que atrás quedaron los años de confrontación, que llegó el tiempo de la concordia. Pero ¿cuál era la confrontación y cómo podrá restablecerse la concordia?

Un extranjero o un ingenuo pensarían que se trata de buscar la salida negociada del conflicto. O de cerrar la brecha entre ricos y pobres en el país más desigual de América Latina. Pero Santos, al contrario, insistirá en la vía militar y en el modelo económico que ha concentrado el ingreso. Su propuesta de ‘unidad nacional’ es para salir de otro conflicto: el de las muchas peleas que Álvaro Uribe ha casado con los jueces, con la oposición y con otros países.

Estos ocho años de la ‘alta política’ en Colombia en realidad han sido supremamente sórdidos. Señores ex presidentes, magistrados, congresistas, generales, intelectuales, y otra gente de la creme, se han unido a masacradores, capos, sicarios y delatores en una danza de cargos criminales o cuasi-criminales y de adjetivos soeces en cuyo centro, duele decirlo, han estado el señor presidente, su familia, sus colaboradores y sus aliados.

Es una verdad tan obvia como los titulares diarios de la prensa durante estos ocho años. Y sin embargo es tan brutal que nadie quiere mentarla y que Santos ni siquiera la menciona como base de su proyecto de ‘unidad nacional’. Pero de eso se trata. ¿Será que le funciona?

Uribe es frentero y camorrero, Santos es ladino y amiguero: si fuera sólo una cuestión de estilo, la ‘unidad nacional’ sería fácil. Pero aunque el estilo ayude, las peleas de Uribe tienen fondo. Y ese fondo, cómo no, ha sido su obsesión con las Farc y su política de seguridad democrática. En efecto: no hay ‘peleas’. Hubo una sola pelea:

-Los muchos choques del presidente con las Cortes se debieron a ocho razones específicas y más o menos sucesivas: el Estatuto de Seguridad y otras propuestas de reformar la justicia para volverla más dura; el trámite - y la aplicación- tormentoso de la Ley de Justicia y Paz; los cargos, las renuncias o condenas contra 83 parlamentarios uribistas por su complicidad con las AUC; la ‘yidispolítica’ y el reparto de notarías para la reelección; los cargos o rumores publicados sobre nexos criminales contra el primo, el hermano, el padre y el propio presidente; los procesos y condenas contra militares o ex militares por violación de derechos humanos; la escogencia del Fiscal; y los reclamos por interferencia o espionaje sobre los magistrados. Todos estos, por supuesto, ‘coletazos de la guerra’.

-Las ‘peleas’ con la oposición consistieron en acusar a Petro o a Piedad de auxiliadores de las Farc, en callar columnistas, denigrar de ONGs y en un cruce de insultos con el jefe del partido liberal porque éste le enrostraba su ‘laxitud’ con los paramilitares. Coletazos de guerra.

-Y las ‘peleas’ con Chávez y Correa se debieron al intercambio humanitario, o a las armas que recibieron las Farc, o a los ‘paras’ que llegaron a Caracas, o al bombardeo en Angostura, o a las bases áreas, o al espionaje de gobierno a gobierno. Coletazos.
Además -y más allá- del estilo personal, el analista encuentra tres razones gruesas para que Uribe diera la pelea:

-Una es estructural. La clase alta colombiana delegó en los terratenientes, y estos a su vez delegaron en los paramilitares, la solución del problema subversivo. Por eso un gobierno dedicado a eliminar la guerrilla tenía que ser, digamos, ‘laxo’, con los paramilitares. Y la laxitud produjo la pelea con los magistrados.
-La otra es ideológica. Obsesionado por destruirlas – y aunque las Farc desde hace tiempo son un cadáver político- Uribe sobrestimó su influencia y su nexos aquí y en el extranjero. Por eso vio enemigos en todas partes y, de aquí ‘las peleas’ con la oposición y con los vecinos.

-La tercera es biográfica. Álvaro Uribe nació donde nació, tiene sus fincas donde las tiene y ha hecho su carrera como la hizo. De aquí que su familia sea su familia, sus amigos sean sus amigos y sus aliados sean sus aliados. De aquí también la pelea.

Santos es otra cosa, pero hay cosas de cosas. Volveré sobre ello.

www.razonpublica.com

LA TRANSICIÓN: HERNANDO GÓMEZ BUENDÍA EN EL HERALDO DE BARRANQUILLA

La transición


Por Hernando Gómez B.

Y comenzó la luna de miel. La llegada de un gobierno de ‘unidad nacional’ significa que atrás quedaron los años de confrontación, que llegó el tiempo de la concordia. Pero ¿cuál era la confrontación y cómo podrá restablecerse la concordia?

Un extranjero o un ingenuo pensarían que se trata de buscar la salida negociada del conflicto. O de cerrar la brecha entre ricos y pobres en el país más desigual de América Latina. Pero Santos, al contrario, insistirá en la vía militar y en el modelo económico que ha concentrado el ingreso. Su propuesta de ‘unidad nacional’ es para salir de otro conflicto: el de las muchas peleas que Álvaro Uribe ha casado con los jueces, con la oposición y con otros países.

Estos ocho años de la ‘alta política’ en Colombia en realidad han sido supremamente sórdidos. Señores ex presidentes, magistrados, congresistas, generales, intelectuales, y otra gente de la creme, se han unido a masacradores, capos, sicarios y delatores en una danza de cargos criminales o cuasi-criminales y de adjetivos soeces en cuyo centro, duele decirlo, han estado el señor presidente, su familia, sus colaboradores y sus aliados.

Es una verdad tan obvia como los titulares diarios de la prensa durante estos ocho años. Y sin embargo es tan brutal que nadie quiere mentarla y que Santos ni siquiera la menciona como base de su proyecto de ‘unidad nacional’. Pero de eso se trata. ¿Será que le funciona?

Uribe es frentero y camorrero, Santos es ladino y amiguero: si fuera sólo una cuestión de estilo, la ‘unidad nacional’ sería fácil. Pero aunque el estilo ayude, las peleas de Uribe tienen fondo. Y ese fondo, cómo no, ha sido su obsesión con las Farc y su política de seguridad democrática. En efecto: no hay ‘peleas’. Hubo una sola pelea:

-Los muchos choques del presidente con las Cortes se debieron a ocho razones específicas y más o menos sucesivas: el Estatuto de Seguridad y otras propuestas de reformar la justicia para volverla más dura; el trámite - y la aplicación- tormentoso de la Ley de Justicia y Paz; los cargos, las renuncias o condenas contra 83 parlamentarios uribistas por su complicidad con las AUC; la ‘yidispolítica’ y el reparto de notarías para la reelección; los cargos o rumores publicados sobre nexos criminales contra el primo, el hermano, el padre y el propio presidente; los procesos y condenas contra militares o ex militares por violación de derechos humanos; la escogencia del Fiscal; y los reclamos por interferencia o espionaje sobre los magistrados. Todos estos, por supuesto, ‘coletazos de la guerra’.

-Las ‘peleas’ con la oposición consistieron en acusar a Petro o a Piedad de auxiliadores de las Farc, en callar columnistas, denigrar de ONGs y en un cruce de insultos con el jefe del partido liberal porque éste le enrostraba su ‘laxitud’ con los paramilitares. Coletazos de guerra.

-Y las ‘peleas’ con Chávez y Correa se debieron al intercambio humanitario, o a las armas que recibieron las Farc, o a los ‘paras’ que llegaron a Caracas, o al bombardeo en Angostura, o a las bases áreas, o al espionaje de gobierno a gobierno. Coletazos.
Además -y más allá- del estilo personal, el analista encuentra tres razones gruesas para que Uribe diera la pelea:

-Una es estructural. La clase alta colombiana delegó en los terratenientes, y estos a su vez delegaron en los paramilitares, la solución del problema subversivo. Por eso un gobierno dedicado a eliminar la guerrilla tenía que ser, digamos, ‘laxo’, con los paramilitares. Y la laxitud produjo la pelea con los magistrados.
-La otra es ideológica. Obsesionado por destruirlas – y aunque las Farc desde hace tiempo son un cadáver político- Uribe sobrestimó su influencia y su nexos aquí y en el extranjero. Por eso vio enemigos en todas partes y, de aquí ‘las peleas’ con la oposición y con los vecinos.

-La tercera es biográfica. Álvaro Uribe nació donde nació, tiene sus fincas donde las tiene y ha hecho su carrera como la hizo. De aquí que su familia sea su familia, sus amigos sean sus amigos y sus aliados sean sus aliados. De aquí también la pelea.

Santos es otra cosa, pero hay cosas de cosas. Volveré sobre ello.

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