sábado, 28 de agosto de 2010

LA IMPORTANCIA DE LA DISCUSIÓN AGRARIA

Son muchos los problemas que un país como Colombia debe enfrentar para tratar de enderezar el rumbo que se perdió en los vericuetos de la politiquería y la falta de compromiso de una clase dirigente mediocre por esencia.

El problema de la tierra, la tenencia de este elemento que es vital en el desarrollo de Colombia, trata de enfocarse en la búsqueda de una solución en la que pareciera estar comprometido el nuevo gobierno de Juan Manuel Santos.

El Ministro de Agricultura, Juan Camilo Restrepo, ha dicho que la tarea más importante de la cartera a su cargo es la de devolver las tierras que por la violencia han sido arrebatadas a los campesinos, millones de ellos desplazados y habitantes de los cinturones de miseria de las ciudades.

Nuestro pueblo, Ituango, es campesino por esencia y no ha sido ajeno a las dificultades que nos plantea el conflicto interno armado.

De ahí que veamos con optimismo moderado la intención del nuevo gobierno y en esa medida abramos el debate para que nuestros ciberlectores conozcan la visión de columnistas del país alrededor de una temática que es vital para hurgar el futuro de nuestro pueblo y en general de Colombia.

Les dejamos entonces varias visiones en artículos de prensa. La discusión queda abierta.

LA IMPORTANCIA DE LA DISCUSIÓN AGRARIA

Son muchos los problemas que un país como Colombia debe enfrentar para tratar de enderezar el rumbo que se perdió en los vericuetos de la politiquería y la falta de compromiso de una clase dirigente mediocre por esencia.

El problema de la tierra, la tenencia de este elemento que es vital en el desarrollo de Colombia, trata de enfocarse en la búsqueda de una solución en la que pareciera estar comprometido el nuevo gobierno de Juan Manuel Santos.

El Ministro de Agricultura, Juan Camilo Restrepo, ha dicho que la tarea más importante de la cartera a su cargo es la de devolver las tierras que por la violencia han sido arrebatadas a los campesinos, millones de ellos desplazados y habitantes de los cinturones de miseria de las ciudades.

Nuestro pueblo, Ituango, es campesino por esencia y no ha sido ajeno a las dificultades que nos plantea el conflicto interno armado.

De ahí que veamos con optimismo moderado la intención del nuevo gobierno y en esa medida abramos el debate para que nuestros ciberlectores conozcan la visión de columnistas del país alrededor de una temática que es vital para hurgar el futuro de nuestro pueblo y en general de Colombia.

Les dejamos entonces varias visiones en artículos de prensa. La discusión queda abierta.

TIERRA Y BICENTENARIO: MAURICIO GARCÍA VILLEGAS EN EL ESPECTADOR

http://www.elespectador.com/columna-221398-tierra-y-bicentenario

 

Opinión| 27 Ago 2010 - 9:59 pm

Mauricio García Villegas

Tierra y Bicentenario

Por: Mauricio García Villegas
PARA SORPRESA DE TODOS LOS COlombianos, el Ministro de Agricultura ha dicho que el Gobierno quiere hacer una reforma agraria.

Serían innumerables los obstáculos que enfrentaría esa propuesta. Pero si el Gobierno logra sacarla adelante, habrá conseguido, a mi juicio, la transformación social y política más importante de estos doscientos años de Independencia.
El latifundio es la herencia más visible de esa sociedad nobiliaria que dejó de existir en buena parte de Europa —incluida España— y en los Estados Unidos, hace más de un siglo. Miren estos datos. Antes de la Revolución Francesa, los nobles (1,5% de la población) eran dueños del 35% de la tierra cultivable. Las dos terceras partes de los campesinos eran pequeños propietarios y los grandes latifundios eran escasos. En Colombia no hay nobles, pero la situación es peor que en la Francia del antiguo régimen: tenemos cerca de 16 mil finqueros (0,4 de los propietarios), dueños de predios de más de 500 hectáreas y que controlan el 62 % de la tierra cultivable; mientras tanto, más de tres millones de campesinos (el 86% de los propietarios) sólo son dueños del 8,8% de la tierra.
¿Qué más prueba se necesita para afirmar que una buena parte del campo colombiano todavía vive en el pasado colonial? Son muchos los municipios del país que están dominados por latifundios, cuyos propietarios, servidos por campesinos sin tierra que reciben un salario incompleto, son los gamonales del pueblo, controlan las elecciones municipales y deciden sobre lo esencial de la suerte de los habitantes del municipio (y no hablo del paramilitarismo ni de la parapolítica para no agravar esta imagen). Es verdad que los latifundistas de hoy ya no se desplazan a caballo, ni se visten como hidalgos, pero su concepción de la sociedad, de la ley, de la ciudadanía, de los derechos y del poder público, está más cerca de la mentalidad que tenían los señores feudales, que de la manera como hoy piensan los dueños de la tierra en los países desarrollados.
 Los liberales modernos de este país, defensores de la propiedad privada y del capitalismo, saben que una reforma agraria ayudaría al desarrollo económico y sería un factor de progreso social y político sin precedentes. Hace setenta y cinco años, el presidente Alfonso López Pumarejo, que era uno de ellos, decía lo siguiente: “No admite más plazos el examen de nuestro régimen de tierras”. A pesar de su enorme popularidad, su propuesta de reforma agraria fracasó, como también fracasó, treinta años más tarde, la de Carlos Lleras Restrepo, otro liberal del mismo corte. He aquí un indicio más de que, en este país, los principales enemigos de la derecha terrateniente, la misma que nos gobernó durante los últimos años, no son los guerrilleros, como nos quieren hacer creer, sino los liberales de verdad.
Durante las últimas décadas, y sobre todo durante el gobierno pasado, no sólo hubo una enorme concentración de la tierra sino que la idea de hacer una reforma del campo fue políticamente enterrada (… y todavía hay quienes dicen que Uribe fue nuestro segundo libertador). Ahora, sorpresivamente, el sentido común agrario regresa al Gobierno. Esperemos que tenga mejor suerte que en el pasado.
Si en Colombia se logra hacer una reforma agraria, tendremos por fin un buen motivo para celebrar el Bicentenario de la Independencia. Sólo exagero un poco si digo que ése sería un evento tan importante como la expulsión de los españoles del territorio granadino.
* Profesor de la Universidad Nacional e investigador de DeJuSticia

TIERRA Y BICENTENARIO: MAURICIO GARCÍA VILLEGAS EN EL ESPECTADOR

http://www.elespectador.com/columna-221398-tierra-y-bicentenario

 

Opinión| 27 Ago 2010 - 9:59 pm

Mauricio García Villegas

Tierra y Bicentenario

Por: Mauricio García Villegas
PARA SORPRESA DE TODOS LOS COlombianos, el Ministro de Agricultura ha dicho que el Gobierno quiere hacer una reforma agraria.

Serían innumerables los obstáculos que enfrentaría esa propuesta. Pero si el Gobierno logra sacarla adelante, habrá conseguido, a mi juicio, la transformación social y política más importante de estos doscientos años de Independencia.
El latifundio es la herencia más visible de esa sociedad nobiliaria que dejó de existir en buena parte de Europa —incluida España— y en los Estados Unidos, hace más de un siglo. Miren estos datos. Antes de la Revolución Francesa, los nobles (1,5% de la población) eran dueños del 35% de la tierra cultivable. Las dos terceras partes de los campesinos eran pequeños propietarios y los grandes latifundios eran escasos. En Colombia no hay nobles, pero la situación es peor que en la Francia del antiguo régimen: tenemos cerca de 16 mil finqueros (0,4 de los propietarios), dueños de predios de más de 500 hectáreas y que controlan el 62 % de la tierra cultivable; mientras tanto, más de tres millones de campesinos (el 86% de los propietarios) sólo son dueños del 8,8% de la tierra.
¿Qué más prueba se necesita para afirmar que una buena parte del campo colombiano todavía vive en el pasado colonial? Son muchos los municipios del país que están dominados por latifundios, cuyos propietarios, servidos por campesinos sin tierra que reciben un salario incompleto, son los gamonales del pueblo, controlan las elecciones municipales y deciden sobre lo esencial de la suerte de los habitantes del municipio (y no hablo del paramilitarismo ni de la parapolítica para no agravar esta imagen). Es verdad que los latifundistas de hoy ya no se desplazan a caballo, ni se visten como hidalgos, pero su concepción de la sociedad, de la ley, de la ciudadanía, de los derechos y del poder público, está más cerca de la mentalidad que tenían los señores feudales, que de la manera como hoy piensan los dueños de la tierra en los países desarrollados.
 Los liberales modernos de este país, defensores de la propiedad privada y del capitalismo, saben que una reforma agraria ayudaría al desarrollo económico y sería un factor de progreso social y político sin precedentes. Hace setenta y cinco años, el presidente Alfonso López Pumarejo, que era uno de ellos, decía lo siguiente: “No admite más plazos el examen de nuestro régimen de tierras”. A pesar de su enorme popularidad, su propuesta de reforma agraria fracasó, como también fracasó, treinta años más tarde, la de Carlos Lleras Restrepo, otro liberal del mismo corte. He aquí un indicio más de que, en este país, los principales enemigos de la derecha terrateniente, la misma que nos gobernó durante los últimos años, no son los guerrilleros, como nos quieren hacer creer, sino los liberales de verdad.
Durante las últimas décadas, y sobre todo durante el gobierno pasado, no sólo hubo una enorme concentración de la tierra sino que la idea de hacer una reforma del campo fue políticamente enterrada (… y todavía hay quienes dicen que Uribe fue nuestro segundo libertador). Ahora, sorpresivamente, el sentido común agrario regresa al Gobierno. Esperemos que tenga mejor suerte que en el pasado.
Si en Colombia se logra hacer una reforma agraria, tendremos por fin un buen motivo para celebrar el Bicentenario de la Independencia. Sólo exagero un poco si digo que ése sería un evento tan importante como la expulsión de los españoles del territorio granadino.
* Profesor de la Universidad Nacional e investigador de DeJuSticia

¿CUÁL REFORMA AGRARIA? JORGE ARANGO MEJÍA EN EL MUNDO


¿Cuál Reforma Agraria?
Jorge Arango Mejía
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Ha dicho el ministro de Agricultura que con la hacienda Carimagua (la misma que figuró en uno de los escándalos de quien hiciera picardías con Agro Ingreso Seguro) hará la reforma agraria. Cuando se leen estas noticias uno no puede menos que decir con el poeta: ¡estas cosas dan ganas de llorar! Veamos porqué.

El cambio en la explotación de la tierra, en las relaciones entre quienes la trabajan y los dueños, fue uno de los temas de Carlos Lleras Restrepo. Durante su gobierno, maniatado por las reglas del Frente Nacional, hizo todo lo que pudo para poner realmente en vigencia la ley de reforma agraria, 135 de 1961, que se había dictado durante la administración de Alberto Lleras. Cuando aspiró por segunda vez a la presidencia, en 1977, el problema de los campesinos sin tierra fue una de sus banderas, y esto le valió la enemistad de los terratenientes de la Costa, muchos de los cuales además de latifundios tenían votos. Carlos Lleras siempre recordaba las palabras de Alejandro López, uno de los grandes pensadores liberales que ha dado Antioquia: “Colombia no puede ser más un país de peones.”
La ley 135 pasó a mejor vida cuando en el gobierno de Pastrana, en 1971, se negoció el Acuerdo de Chicoral. Hasta ahí llegó la reforma agraria.

Ahora se anuncia como un gran paso la entrega de 17.000 hectáreas a unos desplazados por la violencia de guerrilleros y paramilitares, vale decir, de bandoleros, porque lo mismo son los unos y los otros. La verdad es otra: en este gobierno no habrá reforma agraria. ¿Por qué?

Porque en los últimos años el país ha aceptado la tesis conservadora de que basta aumentar la productividad y, por consiguiente, la producción sin redistribuir la tierra. Es, en esta materia, la falacia de crecer la torta para repartirla después, cuando la verdad es lo contrario: mientras más crece menos son sus dueños y más abusan de su condición. Además, ¿qué son 17.000 hectáreas para quince millones de campesinos? Apenas un chiste cruel.

Para colmo de desgracias, los dineros del narcotráfico y la alianza de sus empresarios con los bandoleros, arrebataron las tierras a campesinos que hoy padecen hambre en las ciudades.

Quienes han dirigido el Liberalismo en los últimos años, olvidaron que mejorar la situación de quienes labran la tierra, ha sido siempre una de sus banderas. En la primera administración de Alfonso López, en 1936, el Congreso aprobó la ley 200 que en su momento fue una revolución. En esa época el conservador José Camacho Carreño y el liberal -pues decía serlo- Juan Lozano y Lozano (abuelo del actual presidente del partido de la U) fundaron la A. P. E. N. y desde el periódico La Razón empezaron una encarnizada campaña para defender el “sagrado derecho de propiedad", según ellos amenazado por el artículo 30 de la Constitución, aprobado en la reforma de 1936, que definía ese derecho como una función social que implica obligaciones.

Que se tranquilicen los terratenientes: no habrá reforma agraria. Para los campesinos la justicia seguirá siendo una virtud lejana, buena para divagar sobre ella o adornar discursos pero no para aplicarla.

Posdata: ojalá los delitos de los que se dedicaban al espionaje telefónico, no queden cubiertos por el manto de la prescripción. Sería una vergüenza. Que se haga justicia, es el clamor de los colombianos, cansados de la impunidad. ¿Y dónde quedó la dignidad de Sabas, quien no renuncia y sigue pleiteando, mientras saborea las mieles de la vida.

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Ha dicho el ministro de Agricultura que con la hacienda Carimagua (la misma que figuró en uno de los escándalos de quien hiciera picardías con Agro Ingreso Seguro) hará la reforma agraria. Cuando se leen estas noticias uno no puede menos que decir con el poeta: ¡estas cosas dan ganas de llorar! Veamos porqué.

El cambio en la explotación de la tierra, en las relaciones entre quienes la trabajan y los dueños, fue uno de los temas de Carlos Lleras Restrepo. Durante su gobierno, maniatado por las reglas del Frente Nacional, hizo todo lo que pudo para poner realmente en vigencia la ley de reforma agraria, 135 de 1961, que se había dictado durante la administración de Alberto Lleras. Cuando aspiró por segunda vez a la presidencia, en 1977, el problema de los campesinos sin tierra fue una de sus banderas, y esto le valió la enemistad de los terratenientes de la Costa, muchos de los cuales además de latifundios tenían votos. Carlos Lleras siempre recordaba las palabras de Alejandro López, uno de los grandes pensadores liberales que ha dado Antioquia: “Colombia no puede ser más un país de peones.”
La ley 135 pasó a mejor vida cuando en el gobierno de Pastrana, en 1971, se negoció el Acuerdo de Chicoral. Hasta ahí llegó la reforma agraria.

Ahora se anuncia como un gran paso la entrega de 17.000 hectáreas a unos desplazados por la violencia de guerrilleros y paramilitares, vale decir, de bandoleros, porque lo mismo son los unos y los otros. La verdad es otra: en este gobierno no habrá reforma agraria. ¿Por qué?

Porque en los últimos años el país ha aceptado la tesis conservadora de que basta aumentar la productividad y, por consiguiente, la producción sin redistribuir la tierra. Es, en esta materia, la falacia de crecer la torta para repartirla después, cuando la verdad es lo contrario: mientras más crece menos son sus dueños y más abusan de su condición. Además, ¿qué son 17.000 hectáreas para quince millones de campesinos? Apenas un chiste cruel.

Para colmo de desgracias, los dineros del narcotráfico y la alianza de sus empresarios con los bandoleros, arrebataron las tierras a campesinos que hoy padecen hambre en las ciudades.

Quienes han dirigido el Liberalismo en los últimos años, olvidaron que mejorar la situación de quienes labran la tierra, ha sido siempre una de sus banderas. En la primera administración de Alfonso López, en 1936, el Congreso aprobó la ley 200 que en su momento fue una revolución. En esa época el conservador José Camacho Carreño y el liberal -pues decía serlo- Juan Lozano y Lozano (abuelo del actual presidente del partido de la U) fundaron la A. P. E. N. y desde el periódico La Razón empezaron una encarnizada campaña para defender el “sagrado derecho de propiedad", según ellos amenazado por el artículo 30 de la Constitución, aprobado en la reforma de 1936, que definía ese derecho como una función social que implica obligaciones.

Que se tranquilicen los terratenientes: no habrá reforma agraria. Para los campesinos la justicia seguirá siendo una virtud lejana, buena para divagar sobre ella o adornar discursos pero no para aplicarla.

Posdata: ojalá los delitos de los que se dedicaban al espionaje telefónico, no queden cubiertos por el manto de la prescripción. Sería una vergüenza. Que se haga justicia, es el clamor de los colombianos, cansados de la impunidad. ¿Y dónde quedó la dignidad de Sabas, quien no renuncia y sigue pleiteando, mientras saborea las mieles de la vida.

LA POLÍTICA DE TIERRAS: JUAN MANUEL GALÁN EN EL MUNDO


La política de tierras
Juan Manuel Galán*
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Es muy positivo que el país esté abordando, finalmente, la problemática de la tierra, especialmente desde la óptica de la restitución a quienes fueron víctimas del despojo por parte de grupos armados ilegales en complicidad, en algunas ocasiones, de servidores públicos.

Esta visión es un buen punto de partida pues se vincula especialmente con aquella población más vulnerable que ha sufrido la violencia, el desarraigo, la pobreza y la exclusión.
No obstante lo anterior, la priorización de las víctimas del conflicto no puede hacernos perder de vista que el problema de la tierra va más allá del conflicto armado. Como en el Apocalipsis el campo colombiano sufre la desolación causada por los jinetes de la guerra, del hambre y de la enfermedad.

La pobreza rural, la ineficiencia ambiental y económica de la distribución y uso de la tierra, el abandono de los jóvenes de la vida campesina, son componentes fundamentales del problema que requiere atención prioritaria por la sociedad y el Estado.

El último atlas del Instituto Geográfico Agustín Codazzi documenta estas realidades de forma muy completa y objetiva. Se evidencia que la propiedad en Colombia se concentra en el sector urbano. Respecto a la propiedad rural el 0,6% de los propietarios son dueños de 20% de los predios. El 82,4% de los predios son minifundios que ocupan el 15,6% del área rural.

En cuanto al uso de la tierra solo 10 millones de hectáreas tienen vocación ambientalmente sostenible para la ganadería pero se están usando cerca de 38 millones. La pobreza rural ha sido superior a la urbana, para el tercer trimestre de 2005, aquella llegaba al 68% de la población rural.

Se puede pensar que una realidad evidente como ésta, movilizará a los colombianos rápidamente en su solución. Sin embargo, hay por lo menos 4 caballeros del Apocalipsis que tratarán de entorpecerlo y que el país debe identificar y cerrar filas en su contra: 1. los grupos armados ilegales, 2. el narcotráfico, 3. los que acumulan ineficientemente la tierra y 4. aquellos políticos que respaldan o representan a los otros tres.

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Es muy positivo que el país esté abordando, finalmente, la problemática de la tierra, especialmente desde la óptica de la restitución a quienes fueron víctimas del despojo por parte de grupos armados ilegales en complicidad, en algunas ocasiones, de servidores públicos.

Esta visión es un buen punto de partida pues se vincula especialmente con aquella población más vulnerable que ha sufrido la violencia, el desarraigo, la pobreza y la exclusión.
No obstante lo anterior, la priorización de las víctimas del conflicto no puede hacernos perder de vista que el problema de la tierra va más allá del conflicto armado. Como en el Apocalipsis el campo colombiano sufre la desolación causada por los jinetes de la guerra, del hambre y de la enfermedad.

La pobreza rural, la ineficiencia ambiental y económica de la distribución y uso de la tierra, el abandono de los jóvenes de la vida campesina, son componentes fundamentales del problema que requiere atención prioritaria por la sociedad y el Estado.

El último atlas del Instituto Geográfico Agustín Codazzi documenta estas realidades de forma muy completa y objetiva. Se evidencia que la propiedad en Colombia se concentra en el sector urbano. Respecto a la propiedad rural el 0,6% de los propietarios son dueños de 20% de los predios. El 82,4% de los predios son minifundios que ocupan el 15,6% del área rural.

En cuanto al uso de la tierra solo 10 millones de hectáreas tienen vocación ambientalmente sostenible para la ganadería pero se están usando cerca de 38 millones. La pobreza rural ha sido superior a la urbana, para el tercer trimestre de 2005, aquella llegaba al 68% de la población rural.

Se puede pensar que una realidad evidente como ésta, movilizará a los colombianos rápidamente en su solución. Sin embargo, hay por lo menos 4 caballeros del Apocalipsis que tratarán de entorpecerlo y que el país debe identificar y cerrar filas en su contra: 1. los grupos armados ilegales, 2. el narcotráfico, 3. los que acumulan ineficientemente la tierra y 4. aquellos políticos que respaldan o representan a los otros tres.

miércoles, 25 de agosto de 2010

EL PENSADOR LIBERAL AGUDELO VILLA: COLUMNA DE OPINIÓN DE OTTO MORALES EN EL MUNDO

http://www.elmundo.com/sitio/noticia_detalle.php?idedicion=1837&idcuerpo=1&dscuerpo=Secci%C3%B3n%20A&idseccion=3&dsseccion=Opini%C3%B3n&idnoticia=157246&imagen=091203081209otto.jpg&vl=1&r=opinion.php


Atisbos desde "El Refugio"
El pensador liberal Agudelo Villa

Otto Morales
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(Suspendo, momentáneamente, mis columnas “El liberalismo y su porvenir”. Las continuaré luego.) Hoy quiero destacar el sentimiento nacional de orfandad doctrinaria que sufre el liberalismo con la desaparición del pensador Hernando Agudelo Villa. Es uno de los antioqueños de más brillante trayectoria en el pensamiento nacional.
Coincidimos en nuestros estudios profesionales. El, en la Universidad de Antioquia. Yo, en la Bolivariana. Pero estábamos en la misma línea de lucha. Era la época extraordinaria de los amplios y fecundos cambios de la Revolución en Marcha. Era la plenitud de la República Liberal. Los màs destacados hombres de cultura impulsaban los cambios trascendentales. En esa época, aprendimos que política no se puede hacer sino con una bien cimentada formación intelectual. De resto, se es un electorero que no aporta nada a la transformación del país.

Estudiábamos con pasión. Nos crecía el alma revolucionaria. Estábamos comprometidos con los sueños sociales. No admitíamos cobardías mentales. Éramos beligerantes en las avanzadas universitarias.

Después, Agudelo Villa en su Antioquia, la grande, cumplió con los deberes de un buen dirigente. Llegó al Parlamento a integrar lo que Lleras Restrepo, llamó la “Generación de 1947”. La labor que él cumplió en la Comisión Tercera, de problemas económicos y sociales, fue la de un Maestro en el examen de las urgencias nacionales. Cuando intervenía oralmente o en sus ponencias, aparecía el hombre de estudio, muy cercano a las necesidades de cambio que demandaba el país. Vino el “golpe de estado” de Ospina Pérez cuando cerró el Parlamento. La Violencia en el afán de liquidar la mayoría liberal, crecía en oleadas dramáticas en los pueblos de Colombia. Ella se acentuaba contra los profesionales de nuestro partido: abogados, médicos, ingenieros, arquitectos, etc. El Ex –Presidente Alfonso López Pumarejo escribió un mensaje para denunciar cómo a las industrias de propietarios liberales, o con miembros liberales en sus Juntas Directivas, no recibían licencias de importación y se bloqueaban sus posibilidades de comercio exterior. Se fue destruyendo el Estado de Derecho. La Constitución de 1886, se convierte en un solo articulo – el 121 – el del Estado de Sitio.

Luego, como consecuencia natural del desorden que vive el país, aparece la Dictadura de un Militar. Agudelo Villa no claudicó. Estuvo en la línea de lucha: organizando el partido; haciendo reuniones para explicar la política; recorriendo el departamento para mantener viva la esperanza liberal, Mientras tanto, unos intelectuales – doblados de políticos - cedían y se ponían al servicio del Dictador. El pueblo los llamó “lentejos”.

Cuando Alberto Lleras con el liberalismo, adelantó la política del “entendimiento” con el conservatismo – para que volviera a regir la Constitución, abolida por el autoritarismo y alcanzar la paz. Estos dos propósitos se lograron. Después volvió a levantarse La Violencia - que estaba eliminada – cuando Álvaro Gómez Hurtado y su grupo predicaron que había “republicas independientes”, sin existir. La consecuencia, fue que se volvieran a aglutinar fuerzas que estaban dispersas.

Agudelo Villa había sido elegido Presidente de Fenalco. No estuvo ausente de los movimientos de esos días. “El Tiempo” lo cerró el Dictador. Alberto Lleras fue el orador en un Banquete multitudinario que se le ofreció a Eduardo Santos. En París se le brindó otro por la intelectualidad internacional y el orador fue Albert Cammus. La oración de Lleras en el Hotel Tequendama es una pieza que se debe escuchar para aprender cuál es la dignidad nacional; la libertad de pensamiento y las orientaciones que recibe un estado cuando hay democracia. En esos momentos Agudelo Villa estaba en plena beligerancia. Cuando la Huelga General de Universidades, industriales, comerciantes, bancos, sindicatos, entre los orientadores de ese espectáculo de solidaridad en lucha por la libertad, Agudelo Villa tuvo singular acción.

Tenía la reciedumbre del combatiente. Fue ejemplar su conducta. La generación nuestra – la de Agudelo y la nuestra – estuvo al lado del gran líder Alberto Lleras contra la Dictadura. A mi me nombró Lleras para ser el Secretario General del liberalismo en la lucha contra la Dictadura. Es para mí, un timbre de orgullo democrático. Agudelo Villa dirigía, con orgullo y la explicación de grandes temas, el liberalismo antioqueño. De allí pasa el Ministerio de Hacienda. Fue un momento culminante en la aplicación de sus tesis económicas.

Lo primero que hizo evidente en sus planteamientos, era la necesidad de que el liberalismo tomara, en la dirección de los actos del gobierno, la política del intervencionismo de estado. Era renovar así los principios que expandió el conductor Rafael Uribe Uribe – otro antioqueño – cuando, en 1904 pronunció su conferencia celebérrima sobre el socialismo. Agudelo Villa fue el abanderado del cambio social en el país. El Frente Nacional, desde lo económico y lo social, no se había concebido para gentes satisfechas. Lo que buscaba Agudelo Villa con sus medidas administrativas, era llegar a una economía popular. Estaba en la línea del liberalismo social, al servicio de los pobres.

EL PENSADOR LIBERAL AGUDELO VILLA: COLUMNA DE OPINIÓN DE OTTO MORALES EN EL MUNDO

http://www.elmundo.com/sitio/noticia_detalle.php?idedicion=1837&idcuerpo=1&dscuerpo=Secci%C3%B3n%20A&idseccion=3&dsseccion=Opini%C3%B3n&idnoticia=157246&imagen=091203081209otto.jpg&vl=1&r=opinion.php


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El pensador liberal Agudelo Villa

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Coincidimos en nuestros estudios profesionales. El, en la Universidad de Antioquia. Yo, en la Bolivariana. Pero estábamos en la misma línea de lucha. Era la época extraordinaria de los amplios y fecundos cambios de la Revolución en Marcha. Era la plenitud de la República Liberal. Los màs destacados hombres de cultura impulsaban los cambios trascendentales. En esa época, aprendimos que política no se puede hacer sino con una bien cimentada formación intelectual. De resto, se es un electorero que no aporta nada a la transformación del país.

Estudiábamos con pasión. Nos crecía el alma revolucionaria. Estábamos comprometidos con los sueños sociales. No admitíamos cobardías mentales. Éramos beligerantes en las avanzadas universitarias.

Después, Agudelo Villa en su Antioquia, la grande, cumplió con los deberes de un buen dirigente. Llegó al Parlamento a integrar lo que Lleras Restrepo, llamó la “Generación de 1947”. La labor que él cumplió en la Comisión Tercera, de problemas económicos y sociales, fue la de un Maestro en el examen de las urgencias nacionales. Cuando intervenía oralmente o en sus ponencias, aparecía el hombre de estudio, muy cercano a las necesidades de cambio que demandaba el país. Vino el “golpe de estado” de Ospina Pérez cuando cerró el Parlamento. La Violencia en el afán de liquidar la mayoría liberal, crecía en oleadas dramáticas en los pueblos de Colombia. Ella se acentuaba contra los profesionales de nuestro partido: abogados, médicos, ingenieros, arquitectos, etc. El Ex –Presidente Alfonso López Pumarejo escribió un mensaje para denunciar cómo a las industrias de propietarios liberales, o con miembros liberales en sus Juntas Directivas, no recibían licencias de importación y se bloqueaban sus posibilidades de comercio exterior. Se fue destruyendo el Estado de Derecho. La Constitución de 1886, se convierte en un solo articulo – el 121 – el del Estado de Sitio.

Luego, como consecuencia natural del desorden que vive el país, aparece la Dictadura de un Militar. Agudelo Villa no claudicó. Estuvo en la línea de lucha: organizando el partido; haciendo reuniones para explicar la política; recorriendo el departamento para mantener viva la esperanza liberal, Mientras tanto, unos intelectuales – doblados de políticos - cedían y se ponían al servicio del Dictador. El pueblo los llamó “lentejos”.

Cuando Alberto Lleras con el liberalismo, adelantó la política del “entendimiento” con el conservatismo – para que volviera a regir la Constitución, abolida por el autoritarismo y alcanzar la paz. Estos dos propósitos se lograron. Después volvió a levantarse La Violencia - que estaba eliminada – cuando Álvaro Gómez Hurtado y su grupo predicaron que había “republicas independientes”, sin existir. La consecuencia, fue que se volvieran a aglutinar fuerzas que estaban dispersas.

Agudelo Villa había sido elegido Presidente de Fenalco. No estuvo ausente de los movimientos de esos días. “El Tiempo” lo cerró el Dictador. Alberto Lleras fue el orador en un Banquete multitudinario que se le ofreció a Eduardo Santos. En París se le brindó otro por la intelectualidad internacional y el orador fue Albert Cammus. La oración de Lleras en el Hotel Tequendama es una pieza que se debe escuchar para aprender cuál es la dignidad nacional; la libertad de pensamiento y las orientaciones que recibe un estado cuando hay democracia. En esos momentos Agudelo Villa estaba en plena beligerancia. Cuando la Huelga General de Universidades, industriales, comerciantes, bancos, sindicatos, entre los orientadores de ese espectáculo de solidaridad en lucha por la libertad, Agudelo Villa tuvo singular acción.

Tenía la reciedumbre del combatiente. Fue ejemplar su conducta. La generación nuestra – la de Agudelo y la nuestra – estuvo al lado del gran líder Alberto Lleras contra la Dictadura. A mi me nombró Lleras para ser el Secretario General del liberalismo en la lucha contra la Dictadura. Es para mí, un timbre de orgullo democrático. Agudelo Villa dirigía, con orgullo y la explicación de grandes temas, el liberalismo antioqueño. De allí pasa el Ministerio de Hacienda. Fue un momento culminante en la aplicación de sus tesis económicas.

Lo primero que hizo evidente en sus planteamientos, era la necesidad de que el liberalismo tomara, en la dirección de los actos del gobierno, la política del intervencionismo de estado. Era renovar así los principios que expandió el conductor Rafael Uribe Uribe – otro antioqueño – cuando, en 1904 pronunció su conferencia celebérrima sobre el socialismo. Agudelo Villa fue el abanderado del cambio social en el país. El Frente Nacional, desde lo económico y lo social, no se había concebido para gentes satisfechas. Lo que buscaba Agudelo Villa con sus medidas administrativas, era llegar a una economía popular. Estaba en la línea del liberalismo social, al servicio de los pobres.

lunes, 23 de agosto de 2010

LADRONES DE TIERRAS: COLUMNA DE JAVIER DARÍO RESTREPO EN EL HERALDO DE BARRANQUILLA


http://www.elheraldo.com.co/ELHERALDO/BancoConocimiento/C/colladrones_de_tierras/colladrones_de_tierras.asp?CodSeccion=52


Ladrones de tierras


Por Javier Darío Restrepo

Algún amable lector se asustó al leer en la pasada columna las criminales actuaciones de militares y paramilitares contra la comunidad campesina de san José de Apartadó. Se negaba a creer que tamaña perversidad fuera posible. Peor es la historia de los ladrones de tierras.

Comienzo con las 22.700 hectáreas de Carimagua destinadas a los desplazados, que un ministro quiso robarles para entregarlas a los ricos empresarios del campo, bajo la convicción de que los empresarios grandes son los que producen y los pequeños nacieron para peones. Es una de las rectificaciones del gobierno Santos a la política agraria del presidente Uribe.

Pero la mayor rectificación tendrá que ver con los cuatro millones de desplazados a quienes les robaron 5 millones 500 mil hectáreas en una operación en la que han intervenido como un cartel de tierras, los notarios que firmaron, sellaron y autenticaron escrituras de propiedades en que al dueño lo intimidaron a bala, o lo asesinaron para que la viuda firmara, o lo corrieron, o lo suplantaron; en la misma línea estuvieron los funcionarios de los registros y el mismo
Incora. A este instituto le tocaba impedir que las tierras abandonadas por los desplazados resultaran con dueños de última hora, pero no lo hizo porque, dijeron, no sabía hacerlo.

A estos personajes se unieron militares como los que en Urabá sirvieron de primera avanza para los palmeros que hoy extraen y refinan aceite en las tierras de otros.

Cuando el presidente Uribe, de un plumazo, le puso fin a la historia del Incora, creó su reemplazo, el Incoder, con un decreto en el que fijó sus objetivos, su funcionamiento, su estructura, pero en ningún momento se le asignaron tareas para los cuatro millones de desplazados, todos ellos privados de sus tierras, todos ellos con la necesidad de volver a la tierra. El Procurador Edgardo Maya, no pudo callar. En la creación de ese instituto leyó “el mensaje de la invisibilización del drama del desplazado.

Les habían robado sus tierras, los ignoraban y adeimas el despojo se legalizó.

Hubo leyes, la 387 de1997 sobre los derechos d elos desplazados; hubo un decreto, el 2007 de 2001 sobre los mecanismos de protección de esta población; hubo sentencias de la Corte Constitucional que obligaban al cumplimiento de las leyes, pero todo en vano.

Las cifras son abrumadoras: de los cinco millones 500 mil hectáreas, han sido devueltas 17.000 hectáreas dentro de un fondo de tierras de Justicia y Paz; en regiones como Urabá donde la expoliación fue en grande, han devuelto 4000 hectáreas y en Córdoba y Sucre sólo 1.500, pero son tierras que en unos casos son eriales, en otros llenas de deudas y lo peor, rodeadas de amenazas. Hasta ahora se sabe que han muerto 41 de los que se atrevieron a reclamarlo que era suyo. Encontraron que, además de ladrones, también son asesinos los que se quedaron con sus tierras.

Es increíble, pero no nuevo. Si se fuera a hacer arqueología en las escrituras de las propiedades rurales colombianas para averiguar su pasado, la investigación conduciría, ¡en cuántos casos! a una historia de despojo. Ya es suficientemente escandaloso saber que el 0.4% de los propietarios concentra el 62.6% de la tierra y que el 86.3% tiene que contentarse con el 8.8% de la tierra.

Quizás estos hechos expliquen el origen de muchos de nuestros males. La historia demuestra que la injusta distribución de la tierra “ es una fórmula segura para el subdesarrollo;” expresión del columnista Francisco Gutiérrez; y agréguese que sobre tierras robadas nunca podrá haber paz.

LADRONES DE TIERRAS: COLUMNA DE JAVIER DARÍO RESTREPO EN EL HERALDO DE BARRANQUILLA


http://www.elheraldo.com.co/ELHERALDO/BancoConocimiento/C/colladrones_de_tierras/colladrones_de_tierras.asp?CodSeccion=52


Ladrones de tierras


Por Javier Darío Restrepo

Algún amable lector se asustó al leer en la pasada columna las criminales actuaciones de militares y paramilitares contra la comunidad campesina de san José de Apartadó. Se negaba a creer que tamaña perversidad fuera posible. Peor es la historia de los ladrones de tierras.

Comienzo con las 22.700 hectáreas de Carimagua destinadas a los desplazados, que un ministro quiso robarles para entregarlas a los ricos empresarios del campo, bajo la convicción de que los empresarios grandes son los que producen y los pequeños nacieron para peones. Es una de las rectificaciones del gobierno Santos a la política agraria del presidente Uribe.

Pero la mayor rectificación tendrá que ver con los cuatro millones de desplazados a quienes les robaron 5 millones 500 mil hectáreas en una operación en la que han intervenido como un cartel de tierras, los notarios que firmaron, sellaron y autenticaron escrituras de propiedades en que al dueño lo intimidaron a bala, o lo asesinaron para que la viuda firmara, o lo corrieron, o lo suplantaron; en la misma línea estuvieron los funcionarios de los registros y el mismo
Incora. A este instituto le tocaba impedir que las tierras abandonadas por los desplazados resultaran con dueños de última hora, pero no lo hizo porque, dijeron, no sabía hacerlo.

A estos personajes se unieron militares como los que en Urabá sirvieron de primera avanza para los palmeros que hoy extraen y refinan aceite en las tierras de otros.

Cuando el presidente Uribe, de un plumazo, le puso fin a la historia del Incora, creó su reemplazo, el Incoder, con un decreto en el que fijó sus objetivos, su funcionamiento, su estructura, pero en ningún momento se le asignaron tareas para los cuatro millones de desplazados, todos ellos privados de sus tierras, todos ellos con la necesidad de volver a la tierra. El Procurador Edgardo Maya, no pudo callar. En la creación de ese instituto leyó “el mensaje de la invisibilización del drama del desplazado.

Les habían robado sus tierras, los ignoraban y adeimas el despojo se legalizó.

Hubo leyes, la 387 de1997 sobre los derechos d elos desplazados; hubo un decreto, el 2007 de 2001 sobre los mecanismos de protección de esta población; hubo sentencias de la Corte Constitucional que obligaban al cumplimiento de las leyes, pero todo en vano.

Las cifras son abrumadoras: de los cinco millones 500 mil hectáreas, han sido devueltas 17.000 hectáreas dentro de un fondo de tierras de Justicia y Paz; en regiones como Urabá donde la expoliación fue en grande, han devuelto 4000 hectáreas y en Córdoba y Sucre sólo 1.500, pero son tierras que en unos casos son eriales, en otros llenas de deudas y lo peor, rodeadas de amenazas. Hasta ahora se sabe que han muerto 41 de los que se atrevieron a reclamarlo que era suyo. Encontraron que, además de ladrones, también son asesinos los que se quedaron con sus tierras.

Es increíble, pero no nuevo. Si se fuera a hacer arqueología en las escrituras de las propiedades rurales colombianas para averiguar su pasado, la investigación conduciría, ¡en cuántos casos! a una historia de despojo. Ya es suficientemente escandaloso saber que el 0.4% de los propietarios concentra el 62.6% de la tierra y que el 86.3% tiene que contentarse con el 8.8% de la tierra.

Quizás estos hechos expliquen el origen de muchos de nuestros males. La historia demuestra que la injusta distribución de la tierra “ es una fórmula segura para el subdesarrollo;” expresión del columnista Francisco Gutiérrez; y agréguese que sobre tierras robadas nunca podrá haber paz.

domingo, 22 de agosto de 2010

LOS DILEMAS DE ANÍBAL: COLUMNA DE RAMÓN ELEJALDE EN EL MUNDO

http://www.elmundo.com/sitio/noticia_detalle.php?idedicion=1839&idcuerpo=1&dscuerpo=Secci%F3n%20A&idseccion=3&dsseccion=Opini%F3n&idnoticia=157463&imagen=051021011046ramonelejalde.jpg&vl=1&r=opinion.php



Los dilemas de Aníbal
Ramón Elejalde Arbelaez
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Aníbal Gaviria, excelente administrador y una de las pocas esperanzas liberales para el futuro inmediato, debe tener a esta hora resuelta su encrucijada en el alma y definidos los próximos pasos en su exitosa vida pública.

Algunos de sus amigos creen que el futuro de Aníbal Gaviria está en el campo nacional y que por lo tanto ya trascendió lo regional y que debe continuar en la difícil brega de conquistar los quereres bogotanos. Otros, por el contrario, consideran que el ex gobernador debe continuar prestándole un servicio a su región y que es aquí donde se le necesita. Ese es el primer dilema que creemos ya resolvió Gaviria, pero no es el único.

La otra encrucijada la origina la factibilidad de continuar la lucha política en la región, porque Gaviria tiene posibilidades de aspirar bien a la Gobernación de Antioquia o bien a la Alcaldía de Medellín. Si busca repetir en el primer cargo departamental, desde ya tiene petición de cerca de 45 ex alcaldes que están aspirando a repetir mandato y con los cuales hizo una excelente gestión administrativa reconocida así por tirios y troyanos, toda vez que fue seleccionado como el mejor gobernador del período pasado. Además, una veintena de aspirantes derrotados en las pasadas elecciones, que hoy son opción de poder, lo han buscado para que sea su sombra tutelar. Lo curioso, si esta es la opción de Gaviria, es que aspirantes a alcaldías de varios partidos y movimientos políticos son los que lo piden como su candidato a la Gobernación. A esto hay que sumarle nuevos aspirantes a alcaldías que reconocen la brillante labor de Aníbal Gaviria durante su administración.

Ahora bien, si la opción final del ex gobernador es la Alcaldía de Medellín, el reto no es menos sugestivo. Medellín es una ciudad ajena a las maquinarias políticas, donde impera más el voto de opinión. En Medellín prima más la juventud, la capacidad administrativa, la seriedad, que la militancia política. Gaviria es un excelente candidato para esta ciudad y parece contar con el respaldo de los que la han transformado.

Ningún partido político, por importante que sea, está hoy en capacidad de imponer candidatos a la Alcaldía de Medellín y a la Gobernación de Antioquia. Se imponen las coaliciones y se impone con candidatos serios, respetables y responsables, que propongan un excelente programa de gobierno. Nada está dicho en materia de respaldos a los candidatos, por la evidente razón de que aún no están definidos y muchas sorpresas vamos a ver en la medida que los vamos conociendo. Claro que ya se escuchan nombres, algunos buenos y probados, entre ellos Gaviria, otros menos buenos, solo cuando estén todos a consideración popular, se podrá emitir un juicio. Por lo pronto, hay que reconocer que Aníbal Gaviria es un peso pesado en la aspiración a la alcaldía de Medellín o a la gobernación de Antioquia, posición envidiable que muy difícilmente puede ostentar otra persona.

Notícula. Bochornosa la elección de contralor general de la República, con dedazo del Gobierno a favor de la ganadora, cuando el Presidente se había comprometido a respetar la independencia de las distintas ramas del poder público. Su vocero político, Germán Vargas Lleras, fue el primero que forcejeó con varias bancadas a favor de la doctora Morelli, por lo demás, muy buena candidata. Bochornoso el espectáculo de entregar los votos numerados y con distintos colores, según el partido al que perteneciera el votante, para controlar la votación a favor de la señora Morelli. Pedro Mudvi, Liberal del Cesar, cumplió la desagradable misión en su partido de entregar los votos rojos numerados, con el fin de identificar el voto y al votante. Si se optó por el voto secreto, permitir que este fuera marcado, es una burla a lo decidido y clientelismo burdo. Bochornosa la presencia de enviados del procurador general de la Nación buscando votos por la ganadora. Frustración para quienes creímos que el nuevo mandato no sería más de lo mismo. Bochornosísima la posición del partido Liberal que en bancada acogió un candidato y horas antes de elegir, presintiendo la derrota, la mayoría de congresistas se sumó a los ganadores. Vaca ladrona no olvida el portillo.