jueves, 27 de mayo de 2010

VOTO PARDO LIBERAL: VANGUARDIA LIBERAL DE BUCARAMANGA

Voto Pardo Liberal

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MaloBueno

Votaré el domingo por Pardo del Partido Liberal. Refiriéndose al último renglón de esta columna la semana pasada, algunos amigos me escribieron frases como “No digas: Votaré pardo; debieras decir: Botaré Pardo….”. Esa broma refleja el síndrome del voto útil: Una afección que produce en el sujeto un breve placer por haberle “pegado” al ganador. O puede también provocar un sentimiento de orgullo (que dura por ahí una semana) por no estar entre las minorías que están “out”. O, en su tercera versión, el síndrome le genera al afectado un deseo de votar por el menos malo de los candidatos que encabezan las encuestas: una carambola a tres bandas.

Mi voto por Pardo en esta ocasión es un punto más en una trayectoria de compromiso personal que comenzó hace doce años, cuando dejé de ser el presidente de la Asociación Bancaria de Colombia para sumarme al equipo de campaña de Horacio Serpa en 1997. Que siguió con el ejercicio fascinante e insólito de la Constituyente Liberal de 2000 y 2001, que buscaba la modernización, la democratización y la depuración del viejo partido liberal. Como resultado de este acto histórico, el PL aprobó en su Congreso del 2002 sus nuevos estatutos, su Código Disciplinario y su plataforma política e ideológica.

A lo largo de estos años me ha ocurrido una cosa tragicómica: Yo, que he mantenido una actitud muy crítica de las fallas y los errores e incluso los delitos cometidos en nombre y al amparo del símbolo, de la marca registrada del PL, he visto cómo el Partido ha sido usado como un instrumento de pura conveniencia personal por diversos personajes públicos que lograron ser legisladores o funcionarios con ese “aval” y en alguna coyuntura se salen de allí dando un portazo indignado porque, en la práctica, les puede ir mejor personalmente bajo otra denominación. Esa clase de patinadas han ocurrido aún en medio del fragor de las campañas electorales: auténticos malabarismos de circo. Y he tenido que ver cómo varios de esos mismos personajes se asoman periódicamente al Partido y a sus Congresos para mirar cómo andan allí las cosas, a ver si allí tienen opción de mantenerse entre los Elegidos, los “in”.

Pero, en medio de todas las vacilaciones y los actos deleznables, he visto cómo una minoría de políticos leales con el interés público ha logrado, a trancas y a mochas, mantener viva la lucecita de un Partido Liberal que tiene la obligación de ser un instrumento útil y pertinente para el ejercicio de la política. La mayoría de la los políticos malos emigró hacia otros lares. Creo que Colombia necesita partidos políticos con vocación de permanencia y no puros dispositivos de alquiler o trampolines desechables. Porque creo que ese deterioro de la acción política le hace un enorme daño a Colombia, prefiero darle mi voto al Partido Liberal. En todo caso su plataforma electoral, que ha mantenido más o menos incólume desde 1998, contiene la visión correcta de esta nación. Y Rafael Pardo sería un magnífico Presidente, un excelente promotor de esa manera de pensar.

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