jueves, 17 de febrero de 2011

"MANUAL DEL REVOLUCIONARIO CONTEMPORÁNEO I", escribe Julián López de Mesa Samudio, en El Espectador

 http://www.elespectador.com/impreso/columna-251434-manual-del-revolucionario-contemporaneo-i

 

"ATALAYA

Manual del Revolucionario Contemporáneo I

Por: Julián López de Mesa Samudio
TANTO ESTE COMO EL PRÓXIMO ARtículo que lo continúa son una apuesta por y para la cotidianidad. Y es acerca de lo cotidiano, precisamente, que versa la revolución que propongo.

Una revolución entendida como un vuelco radical frente a aquello que está establecido y que se presume incuestionable; una revolución como un replanteamiento de modelos de vida y de pensamiento.
Soy consciente de las innumerables falencias teórico-ideológicas y de las contradicciones insalvables que estas propuestas contienen. Sin embargo, abrazo la contradicción como algo necesario, pues en la contradicción se halla el balance y los cimientos del sano debate, mientras que en lo opuesto, en la coherencia, se halla el germen del fundamentalismo.
El mundo está cambiando. Los signos son evidentes. La crisis económica mundial, Europa que se ahoga aferrada testarudamente al fardo de su legado, y, en las últimas semanas, las jóvenes revoluciones tunecina y egipcia, no son hechos casuales e inconexos. Hacía mucho que en el mundo no soplaban vientos de cambio tan evidentes, tan radicales. Vivimos tiempos de oportunidad, oportunidad única que pasa como una exhalación, acaso una vez para cada generación, y que desde hacía décadas no se presentaba.
En nuestro país, el provincianismo que nos corroe, nos impide ver y ser parte activa de los cambios que se están presentando y de aquellos que se avecinan. Nuestros líderes y quienes nos informan parecen darle la espalda a las realidades globales aislándonos del resto del mundo, y su liderazgo y forma de hacer las cosas desde hace rato son insuficientes, cuando no inaceptables. Por tanto, la apuesta es por ser parte del cambio global, dejando atrás la futilidad de la noticia diaria que nos hace creer que nuestra realidad es tan única, tan agobiante, tan negativa, y tan digna de ser considerada, cuando quizás no sea así.
Hoy, ser revolucionario implica recordar y aplicar en el día a día principios antiguos; valores que tienen que ver con la posición del individuo frente a la sociedad. Es revolucionario reconocer al otro y reconocer que individualismo no es lo mismo que egoísmo; que implica la dignificación propia a través de la de los demás. Ser revolucionario es tratar de ser optimista en el mundo del conformismo pesimista, del esnobismo intelectual, de la seguridad de una vida predecible y, por lo mismo, sospechosa.
Ser revolucionario hoy, en Colombia, implica poner en tela de juicio comportamientos y actitudes propias para no caer en una mediocridad complaciente y estéril. Involucra el debate de valores y verdades en apariencia incontrovertibles para redefinir el mundo que nuestros mayores nos heredaron, retomando aquello que debiera seguir vigente (como la decencia, la magnanimidad, la generosidad, la palabra dada…) pero que, por ser considerado como pasado de moda, se soslaya impunemente, y cambiando de raíz aquello que no se ajusta a las exigencias y ritmos de la contemporaneidad (como las persecuciones cada vez más encarnizadas de las libertades individuales). La revolución se gesta día a día y hay maneras diversas de hacerla: con el decoro, el compromiso y la grandeza de ánimo, por ejemplo; o bien podemos seguir perpetuando la mezquindad, el egoísmo y la ruindad. De la elección que hagamos ahora dependerá nuestro legado cuando nuestros nietos juzguen estos tiempos".

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