domingo, 4 de julio de 2010

LA TRANSICIÓN: HERNANDO GÓMEZ BUENDÍA EN EL HERALDO DE BARRANQUILLA

La transición


Por Hernando Gómez B.

Y comenzó la luna de miel. La llegada de un gobierno de ‘unidad nacional’ significa que atrás quedaron los años de confrontación, que llegó el tiempo de la concordia. Pero ¿cuál era la confrontación y cómo podrá restablecerse la concordia?

Un extranjero o un ingenuo pensarían que se trata de buscar la salida negociada del conflicto. O de cerrar la brecha entre ricos y pobres en el país más desigual de América Latina. Pero Santos, al contrario, insistirá en la vía militar y en el modelo económico que ha concentrado el ingreso. Su propuesta de ‘unidad nacional’ es para salir de otro conflicto: el de las muchas peleas que Álvaro Uribe ha casado con los jueces, con la oposición y con otros países.

Estos ocho años de la ‘alta política’ en Colombia en realidad han sido supremamente sórdidos. Señores ex presidentes, magistrados, congresistas, generales, intelectuales, y otra gente de la creme, se han unido a masacradores, capos, sicarios y delatores en una danza de cargos criminales o cuasi-criminales y de adjetivos soeces en cuyo centro, duele decirlo, han estado el señor presidente, su familia, sus colaboradores y sus aliados.

Es una verdad tan obvia como los titulares diarios de la prensa durante estos ocho años. Y sin embargo es tan brutal que nadie quiere mentarla y que Santos ni siquiera la menciona como base de su proyecto de ‘unidad nacional’. Pero de eso se trata. ¿Será que le funciona?

Uribe es frentero y camorrero, Santos es ladino y amiguero: si fuera sólo una cuestión de estilo, la ‘unidad nacional’ sería fácil. Pero aunque el estilo ayude, las peleas de Uribe tienen fondo. Y ese fondo, cómo no, ha sido su obsesión con las Farc y su política de seguridad democrática. En efecto: no hay ‘peleas’. Hubo una sola pelea:

-Los muchos choques del presidente con las Cortes se debieron a ocho razones específicas y más o menos sucesivas: el Estatuto de Seguridad y otras propuestas de reformar la justicia para volverla más dura; el trámite - y la aplicación- tormentoso de la Ley de Justicia y Paz; los cargos, las renuncias o condenas contra 83 parlamentarios uribistas por su complicidad con las AUC; la ‘yidispolítica’ y el reparto de notarías para la reelección; los cargos o rumores publicados sobre nexos criminales contra el primo, el hermano, el padre y el propio presidente; los procesos y condenas contra militares o ex militares por violación de derechos humanos; la escogencia del Fiscal; y los reclamos por interferencia o espionaje sobre los magistrados. Todos estos, por supuesto, ‘coletazos de la guerra’.

-Las ‘peleas’ con la oposición consistieron en acusar a Petro o a Piedad de auxiliadores de las Farc, en callar columnistas, denigrar de ONGs y en un cruce de insultos con el jefe del partido liberal porque éste le enrostraba su ‘laxitud’ con los paramilitares. Coletazos de guerra.

-Y las ‘peleas’ con Chávez y Correa se debieron al intercambio humanitario, o a las armas que recibieron las Farc, o a los ‘paras’ que llegaron a Caracas, o al bombardeo en Angostura, o a las bases áreas, o al espionaje de gobierno a gobierno. Coletazos.
Además -y más allá- del estilo personal, el analista encuentra tres razones gruesas para que Uribe diera la pelea:

-Una es estructural. La clase alta colombiana delegó en los terratenientes, y estos a su vez delegaron en los paramilitares, la solución del problema subversivo. Por eso un gobierno dedicado a eliminar la guerrilla tenía que ser, digamos, ‘laxo’, con los paramilitares. Y la laxitud produjo la pelea con los magistrados.
-La otra es ideológica. Obsesionado por destruirlas – y aunque las Farc desde hace tiempo son un cadáver político- Uribe sobrestimó su influencia y su nexos aquí y en el extranjero. Por eso vio enemigos en todas partes y, de aquí ‘las peleas’ con la oposición y con los vecinos.

-La tercera es biográfica. Álvaro Uribe nació donde nació, tiene sus fincas donde las tiene y ha hecho su carrera como la hizo. De aquí que su familia sea su familia, sus amigos sean sus amigos y sus aliados sean sus aliados. De aquí también la pelea.

Santos es otra cosa, pero hay cosas de cosas. Volveré sobre ello.

www.razonpublica.com

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