martes, 15 de junio de 2010

EL LIBERALISMO EN EL PORVENIR (1): OTTO MORALES EN EL MUNDO


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El liberalismo en el porvenir (1)
Otto Morales
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Con motivo de las elecciones pasadas, varios liberales me han escrito preguntándome por el destino del partido. No tengo dudas: es el mayoritario del país: desde la primera elección en Colombia para elegir constituyentes para la reunión de Ocaña, cuando Santander derrotó el ímpetu reaccionario de Bolívar. La colectividad ha tenido tropiezos, pero siempre ha resurgido con sus mayorías triunfantes. Y así sucederá en el futuro. No hay que acomodarse en el pesimismo.

Aquí han pasado acontecimientos que le han hecho daño al partido. Pero que no lo han destruìdo.

La constitución de 1991 – el Embeleco Jurídico con el cual han despistado al país – trató de disolver los partidos colombianos. Con sus artículos y sus reglamentaciones, han conducido a rupturas dañinas con la opinión del país.

Autorizar que con veinticinco mil votos o con veinticinco mil firmas, se podría crear un partido, era abonar un desorden en las colectividades partidistas. Y lo lograron en el liberalismo y en el conservatismo. Pero sus huestes están dispersas, pero no han desaparecido. El liberalismo siempre ha mostrado su poderío.

Inclusive en las últimas elecciones, la masa liberal allí está. El pueblo vota por lo que él cree que son disidencias del partido. Porque sus Jefes han salido de sus toldas. No vienen de otra parte. Los liberales atienden en esas causas electorales, voces de actores que tienen viejas raíces en el liberalismo. Como, por ejemplo, los de la “U” votan por un Santos, apellido que es gloria doctrinaria en la vida de nuestra colectividad. Otros lo hacen por Vargas Lleras, evocando la memoria de su abuelo, quien defendió al liberalismo en La Violencia y lo condujo al entendimiento nacional del Frente Nacional, acentuando los deberes sociales de éste. Algunos han desembocado en el Polo porque entienden que el partido ha dejado, en receso, su lucha a favor de los marginados económica, política, cultural, socialmente. Pero allí están las mayorías liberales. No han desaparecido ni van a desaparecer.

Al partido liberal le ha decretado muchas veces su muerte. La última vez, cuando arreció La Violencia que comenzó en 1946, con el propósito firme de eliminar su mayoría. No fuè así: cuando la elección Presidencial - sumando los votos de Gabriel Turbay y los de Jorge Eliécer Gaitán, - el partido obtuvo mayoría. Y, luego, en las siguientes elecciones de senadores, representantes y diputados, volvimos a expresar nuestro predominio numérico electoral.

En el último tiempo, se ha descuidado la organización de base – a nivel de localidades, pueblos, barrios y veredas – y ello nos ha alejado gentes, pero no han dejado de tener su vocación por la democracia, la libertad, y rechazar la discriminación política, religiosa, económica. Igualmente, la táctica, a nivel departamental, se ha debilitado. Pero seguimos siendo un partido de las continuas reformas en servicio de los màs apartados de los beneficios de la suerte económico – social. El sentido revolucionario – sin violencia – es aliento permanente de las acciones del liberalismo. Y lo que prima y propone, es en servicio del engrandecimiento de Colombia.

Una advertencia: no decir que La Violencia comenzó el 9 de abril con el asesinato de Gaitán. Este caudillo ya había realizado la “Manifestación del Silencio”, en febrero, porque ya había màs de trescientos mil muertos liberales. Su discurso fue pidiendo la paz. Es una pieza de gran aliento espiritual; de nobilísimas palabras solicitando que apaciguaran los disparos de policías, militares y pájaros.

Otra frase que tampoco es aceptable, es que “La
Violencia fue una guerra civil no declarada”. Contra el gobierno no existió ni resistencia, ni ataque, ni desconocimiento, de su legitimidad.

Las guerrillas aparecieron dos o tres años después de avanzar en el crimen contra nuestros copartidarios. Son dos frases de los conservadores para despistar a los futuros historiadores.

Rafael Pardo ha dicho, en “Semana”, que se dedicará a la reconstrucción del poderío liberal. Que lo hará a nivel local. Es una propuesta de esperanza. Hay que declararlo: nuestras gentes han estado, en los últimos años, muy abandonadas. Cada liberal tiene un deber de luchar por el futuro del partido. No hay que olvidar que nuestros afanes, son con la comunidad. Los partidos son los que arman las ilusiones y logran las realizaciones que anhela el pueblo. Los partidos no son simples organizaciones electorales, sino centros doctrinarios que le señalan el destino a la patria.

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