viernes, 11 de junio de 2010

LA EVOLUCIÓN DE LOS ROJOS: EDITORIAL DE EL ESPECTADOR, BOGOTÁ

Editorial |7 Jun 2010 - 10:00 pm

La evolución de los rojos

ANTE EL PREOCUPANTE RESULTAdo obtenido por el candidato Rafael Pardo en la primera vuelta presidencial, no son pocos los que se han apresurado a vaticinar el fin del Partido Liberal.


Con tan sólo 636.624 sufragios, el liberalismo fue superado por los otros candidatos. Visiblemente desilusionado, Rafael Pardo reconoció la derrota, mientras muchos de sus copartidarios salieron disparados a los toldos del Partido de la U. Tan desolador panorama reactivó una de las actividades favoritas de periodistas, académicos y líderes de opinión en el país: pronosticar el declive de la legendaria colectividad.

Fundado en 1848, el partido Liberal ha sido protagonista de múltiples entierros. Durante las dos primeras décadas del siglo XX se anunció en varias ocasiones que había desaparecido. Tanto la derrota en la Guerra de los Mil Días, como el surgimiento de nuevas propuestas políticas y el asesinato de algunos de sus líderes, llevaron a que más de uno imaginara un futuro sin la colectividad.

Sin embargo, tras cada revés el liberalismo consiguió reorganizarse, triunfar en las elecciones o seguir en el juego político mediante la oposición. Logró llegar al poder en 1930 y fue la principal fuerza política nacional hasta el surgimiento del fenómeno uribista, hace menos de 10 años. Siempre fraccionado, albergó múltiples disidencias y tendencias, inventó nuevas formas de hacer política y fue escenario de sucesivos relevos generacionales.

De acá que su presunto ocaso pueda ser, una vez más, una exageración. Junto con el PDA, el liberalismo consolidó a lo largo de los últimos ocho años una importante tendencia de oposición al Gobierno de Álvaro Uribe Vélez. Líderes del Partido denunciaron excesos anticonstitucionales del Ejecutivo, alertaron sobre casos de corrupción y apadrinaron iniciativas vitales como la Ley de Víctimas. Tildado varias veces de partido clientelista y corrupto, pasó buena parte del segundo gobierno Uribe sin acceder a ningún pedazo del pastel burocrático —en manos de partidos como la U, Cambio Radical y el Conservador—.

Imposible olvidar, además, que en contextos latinoamericanos similares, partidos tradicionales han conseguido surgir de las cenizas después de décadas en la oposición . En Perú la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), contemporánea del Partido Liberal colombiano, logró mantenerse viva —sin representación alguna— durante los 10 años del gobierno de Alberto Fujimori, y tras 5 años de arduo trabajo electoral reconstruyó su base social, llegó a la Presidencia de la República, y es actualmente una de las principales fuerzas del vecino país.

Tampoco resulta acertado hablar del anacronismo o la parálisis del liberalismo. El descalabro electoral en los comicios presidenciales no se debió a la falta de renovación dentro de las huestes rojas, como predican algunos análisis. Aunque no se vea reflejado en la votación de Pardo, el liberalismo ha sufrido su propio proceso de evolución en los últimos años. Esta transformación significó serios debates ideológicos e implicó la depuración en sus filas, con el éxodo de liberales disidentes como Juan Manuel Santos y Germán Vargas Lleras. Y si bien hay viejos caciques regionales dentro del Partido, no son dinosaurios Juan Manuel Galán, Simón Gaviria o David Luna.

Todo ello nos lleva a pensar que el liberalismo conseguirá adaptarse a cualquier escenario futuro, de colaboración u oposición con el gobierno entrante. Pese a sus disputas internas, con 34 representantes a la Cámara, 17 senadores y una nueva y prometedora generación en camino tendremos Partido Liberal para rato.

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